Puntos clave El jefe del banco central de Ecuador renunció más de un año antes de que terminara su mandato fijo y supuestamente apolítico. Su mandato se centró en proteger la dolarización con mayores reservas, una gobernanza más limpia y sistemas de pago modernos. Un experto interino ahora ocupa el cargo a medida que los políticos ganan más voz sobre quién dirige el banco. Guillermo Avellán, el presidente del Banco Central de Ecuador, de 39 años, abandonó un puesto diseñado para durar más que los gobiernos.
Después de cuatro años y medio en el cargo, anunció en las redes sociales que era hora de “nuevos desafíos profesionales” y renunció mucho antes de que expirara su mandato de seis años.
Ese término se creó en 2021, cuando el entonces presidente Guillermo Lasso impulsó reformas para restaurar la independencia del banco con el respaldo del FMI.
La idea era simple: asegurar mandatos largos para que la persona que custodiaba la bóveda no cambiara cada vez que la política se movía en Quito.
Durante su mandato, Avellán se convirtió en un defensor público de la dolarización del Ecuador. Destacó las reservas internacionales por alrededor de 8.300 millones de dólares, suficientes para cubrir los depósitos que los bancos públicos y privados mantienen en la institución.
Respaldó los pagos con códigos QR, impulsó esfuerzos para reducir el uso de efectivo físico y promovió estándares antisoborno. Días antes de partir, dio a conocer un nuevo indicador mensual para mostrar cómo se mueve la economía real en tiempo casi real.
La salida del Banco Central de Ecuador pone a prueba la silenciosa tutela de la dolarización. (Foto reproducción de Internet) Lo reemplazará de manera interina Juan Ponce, un funcionario de carrera que se unió al banco en 1988 y conoce todos los aspectos del mismo. Una nueva Junta de Regulación y Política Monetaria y Financiera, creada por ley el año pasado, elegirá ahora un jefe permanente.
Para los de afuera, esto puede parecer una tecnocracia remota. En un país dolarizado no lo es. Desde que Ecuador eliminó su propia moneda en 2000, el banco central no puede imprimir dinero para financiar grandes experimentos. Su trabajo es proteger las reservas, mantener los pagos funcionando y publicar datos creíbles.
Si el nuevo liderazgo mantiene intacta esa misión, esto parecerá un simple cambio de carrera. Si abre la puerta a una disciplina más laxa y a soluciones de corto plazo, el cinturón de seguridad económica más importante de Ecuador podría comenzar a desgastarse silenciosamente.