Perú se ha convertido silenciosamente en uno de los países con inflación atípica en América Latina. En noviembre, los precios al consumidor en Lima eran sólo un 1,37% más altos que un año antes, casi en el piso del rango objetivo del banco central de 1% a 3% y muy por debajo de los niveles que aún persiguen a muchos vecinos.
Mes a mes, los precios subieron sólo un 0,11% después de una caída del 0,10% en octubre, dejando la inflación en lo que va del año en alrededor del 1,26%. El año pasado terminó en 1,97% y el banco central espera algo cercano al 1,7% para todo el año.
Detrás de esas tranquilas cifras, hay una historia muy concreta sobre lo que las familias ven en el mercado. La oficina de estadísticas informa que “Alimentos y bebidas no alcohólicas”, el artículo más pesado de la canasta, aumentó un 0,41% en noviembre.
Los precios de restaurantes y hoteles aumentaron un 0,19%, el transporte un 0,18% y varias otras categorías subieron ligeramente.
Al mismo tiempo, los costos relacionados con la vivienda, incluidos la electricidad, el gas y otros servicios públicos, cayeron un 0,37%, y los precios de las comunicaciones cayeron un 0,75%, lo que ayudó a mantener el índice general bajo control.
La inflación de Perú se mantiene muy baja mientras el Banco Central mantiene las tasas en 4,25%. (Foto reproducción de Internet) El detalle muestra por qué la cifra promedio es diferente de la factura semanal del supermercado. Los precios de algunos pescados aumentaron bruscamente, con el bonito subiendo más del 50% en el mes y otras especies como el jurel y la caballa también más caras.
Ciertos pimientos, hierbas y salsas preparadas registraron aumentos de dos dígitos. Sin embargo, muchas frutas y verduras, incluidas la maracuyá, los limones, las patatas y los tomates, se volvieron más baratas.
Perú muestra el poder de una estabilidad silenciosa y basada en reglas El panorama macroeconómico es tranquilo, pero la cesta de la compra individual sigue siendo volátil. La política monetaria es la otra mitad de la historia. El Banco Central de Reserva del Perú ha mantenido su tasa de referencia en 4,25% por segundo mes, después de una secuencia constante de recortes anteriores desde niveles mucho más altos.
Ahora considera que esta tasa es más o menos neutral (ni estimula ni asfixia la economía), con una inflación subyacente cercana al 1,8% y expectativas de inflación a un año ancladas cerca del 2,2%.
En otras palabras, el banco hizo ajustes tempranos, resistió la presión por dinero fácil y ahora disfruta de la recompensa de precios bajos y estables. Eso importa mucho más allá de Lima.
Perú es el tercer mayor productor de cobre del mundo, con una producción de aproximadamente 2,6 millones de toneladas el año pasado y planea alcanzar alrededor de 2,8 millones de toneladas. Se espera que la inversión minera supere los 4.800 millones de dólares este año.
Para los inversores, un gran exportador de materias primas que combine cobre, tecnócratas cautelosos y baja inflación es atractivo: significa una moneda más predecible, menos shocks de tipos y un mejor entorno para proyectos a largo plazo.
El riesgo hoy no son los precios desbocados sino la presión desigual de alimentos y servicios específicos con salarios modestos. Para la región en general, Perú es un recordatorio de que una política aburrida y basada en reglas puede generar estabilidad, mientras que experimentos más intervencionistas en otros lugares todavía están pagando por los excesos del pasado.