Ante tantas definiciones de la pesca deportiva, me gusta pensar que es el acto de resolver, en forma más urgente y eficaz, un problema. Cuando lo que llamo “el triángulo de la pesca” (pez, lugar y modalidad) fluye adecuadamente, el desafío está resuelto. Cuando alguno de estos tres componentes nos presenta una dificultad, exige optimizar los otros dos para lograr cumplir con nuestro objetivo.
Precisamente, eso sucedió al viajar a Junín de los Andes aprovechando la celebración de la Fiesta Nacional de la Trucha: nos encontramos con ríos muy bajos como consecuencia de la escasísima nevada invernal. La falta de nieve obligó a cerrar el centro de esquí Chapelco a principios de septiembre. La suba de la temperatura ambiente aportó, entonces, muy poco líquido a los cursos de agua.
¿Cómo pescar? La clave estaba en la charla que dio, el primer día del encuentro, uno de los referentes más importantes del flycast en nuestro país, Marcelo Morales. Lo conozco desde hace más de 25 años. Hemos pescado juntos y admiro cómo perfecciona sus conocimientos y con qué sencillez los comunica. El año pasado cumplió medio siglo visitando Junín de los Andes y sus alrededores. Sabe.
En su exposición, Morales animó a ir “en busca de las mejores truchas”, tal el título, casteando en las zonas bajas y de aguas quietas en lugar del habitual rastrillaje en las áreas profundas y correntosas. Para eso, comentó, es importante pescar en los pequeños veriles paralelos a la costa, detectables por el cambio de color del agua: ese linde entre las franjas más claras y las más oscuras que corren en la misma dirección del río son un excelente lugar de acecho de las piezas de mayor tamaño. De igual forma, las aguas mansas al costado de manchones de vegetación sumergida pueden dar sorpresas. Si se llega caminando hasta la vera de aguas bajas de un río, recomendó lanzar desde unos metros antes a esa zona más cercana para no espantar a las truchas que aprovechan el marco de un medio tranquilo para ahorrar energía, ya que se alimentan en horarios de poca luz y nocturnos, vedados a la pesca por reglamento.
Al tratarse de truchas que no están cazando, Morales aconsejó mover la mosca con la punta de la caña desafiando el estilo de recoger rectamente sin variación. Para ello hay que traer la línea con la mano sólo para tensarla suavemente y lograr así mover la mosca con el extremo distal de la vara. Una vez que se le da un toque, se recoge nuevamente sólo para no perder tensión y, por ende, eficacia en la acción de punta, y se repite la maniobra. Para sostener esta interesante cadencia, en que la mosca simula el nado errático de un pez herido, se necesitan las herramientas adecuadas: una caña 7 de acción más rápida y 9 pies (2,7 m), línea de hundimiento y un buen estrímer.
Como el desafío es apuntar a las mejores truchas y éstas se alimentan de pequeños peces, hay que tentarlas con estrímeres. Según nos recomendó en la charla, debemos tener de varios colores, ya que, por razones desconocidas, esos ejemplares prefieren un tono determinado, pero no siempre es el mismo. Entonces conviene contar con moscas negras, blancas, amarillas y charteusse, por ejemplo. Y después de insistir con determinado tono, cambiar para ir probando qué color es eficaz en ese lugar y momento.
A practicar Al otro día llegó el turno de la pesca. Los concursantes ocuparon diversos espacios del río Chimehuin, pero otros mosqueros visitaron la boca de su nacimiento sobre el lago Huechulafquen, y los ríos Malleo y Collón Cura. El tiempo presentó un notable quiebre: pasamos de unos agradables 20 grados de máxima a un intenso frío con vientos cordilleranos, que nos obligaron a usar, al mismo tiempo, toda la ropa que habíamos traído.
Morales, que dedicó un par de horas a la pesca de costa (“si llevo el wader trato de no tentarme y pescar así los lugares bajos cercanos sin meterme al agua”), obtuvo muy buenas marrones siguiendo los lineamientos que había compartido. Facundo y Sebastián Marín, los mendocinos de Atando Piques, que prefirieron una desafiante flotada por el Collón Cura, también lograron hermosas piezas probando esas zonas que, normalmente, desdeñamos. En ambas modalidades se evita una de las medidas polémicas del Reglamento General de Pesca Deportiva Continental Patagónico: la prohibición de usar calzado de vadeo con suela de fieltro que, si bien tiene la intención de prevenir la difusión de un alga nociva, obliga a los pescadores a caminar con dos jabones bajo los pies.
El agua tenía la altura típica de enero. Por lo tanto, cuando llegue ese mes de 2026 estará cálida y más encajonada, salvo que cayera una cantidad enorme de lluvias excepcionales, que no se prevén. Será momento, entonces, de ensayar otras variantes, como por ejemplo los lagos, donde la presión y temperatura del agua se mantienen más estables. Pero, cualquiera sea el problema que se nos presente caña en mano, lo importante es tener recursos, en la mente y en los equipos, para sortearlos. Cuanto más dificultosos sean, mayor también será la satisfacción de haber logrado cada captura que dan estos ambientes permeados por la historia grande de la pesca deportiva en nuestro país.
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