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Monday, December 22, 2025
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    Argentina necesita un plan sólido de consenso nacional: Trump, el FMI y los ciudadanos deberían exigirlo

    La estrategia de seguridad nacional recién lanzada por la administración de Donald Trump marca un giro decisivo en la política exterior de Estados Unidos. Distancia a Washington de Europa, concede tácitamente zonas de influencia a Rusia y China y reafirma a América Latina como un área de interés estratégico para Estados Unidos.

    Pero este retorno al enfoque hemisférico corre el riesgo de repetir un error familiar: sobreestimar la influencia de Estados Unidos y al mismo tiempo subestimar las ramificaciones de la fragilidad económica de los países en los que espera influir.

    En ningún lugar esto es más claro que en Argentina.

    Argentina continúa experimentando condiciones económicas precarias a pesar de la reciente ayuda de Washington y el Fondo Monetario Internacional. La aprobación por parte del Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, de un swap de divisas por valor de 20.000 millones de dólares puede haber proporcionado ayuda temporal, pero no abordará la causa fundamental de su inestabilidad económica de larga data.

    Si Estados Unidos quiere aliados democráticos creíbles en el Cono Sur, debe exigir que países como Argentina emprendan algo que han evitado durante mucho tiempo: construir un plan duradero de consenso nacional que sea capaz de sobrevivir a la alternancia entre sus gobiernos democráticamente elegidos.

    Escribo desde una perspectiva moldeada por ambos continentes. Nací en Estados Unidos, crecí en Argentina desde la infancia, estudié negocios en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) en Buenos Aires y luego trabajé como ejecutivo corporativo. Independientemente del gobierno en el poder, vi cómo los préstamos extranjeros y la asistencia de emergencia (occidental o no) fracasaban porque las facciones políticas de Argentina no podían ponerse de acuerdo sobre qué tipo de economía querían construir.

    Hace poco me hice ciudadano argentino y en 2027 votaré por primera vez. Espero apoyar no otro experimento de corta duración, sino un proyecto que contenga políticas nacionales acordadas y diseñadas para durar más que los políticos que lo pongan en marcha.

    El potencial de Argentina es enorme. Son pocos los países que combinan una agricultura de talla mundial, minerales críticos, grandes reservas de energía, capacidad científica, conocimientos industriales y una fuerza laboral altamente educada. Con una estrategia económica coherente y de largo plazo, Argentina podría duplicar su producción en muchos sectores de su economía, expandir dramáticamente sus exportaciones y reconstruir su clase media.

    Podría hacerlo en 16 años; dentro de cuatro mandatos presidenciales. Pero esto requiere dos cambios fundamentales.

    Primero, Estados Unidos debe abandonar su dependencia de los rescates financieros.

    Durante 40 años, Washington, Bruselas y los prestamistas internacionales han ampliado la liquidez a corto plazo sin exigir reformas políticas que pudieran garantizar la estabilidad a largo plazo. Estas intervenciones no sólo fracasaron sino que a menudo empeoraron las cosas.

    El economista Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins estima que casi el 75 por ciento de la ayuda exterior enviada a Argentina desde mediados de los años 1980 salió del país en semanas o meses. Estos fondos no modernizaron la infraestructura, no ampliaron la capacidad industrial ni mejoraron la competitividad. Profundizaron la deuda y socavaron la confianza pública.

    Mientras tanto, China adoptó una estrategia basada en la permanencia. A través de inversiones a largo plazo en energía, minería, logística e infraestructura crítica, Beijing está asegurando una presencia estructural en Argentina.

    Estados Unidos no puede contrarrestar esta tendencia con rescates que se evaporan en meses. Si Washington quiere competir en la región, debe exigir un ingrediente que falta en la historia y el mundo político de Argentina: un acuerdo nacional construido para durar.

    En segundo lugar, Argentina debe producir su propio consenso interno.

    Ningún nivel de apoyo extranjero puede reemplazar un pacto sostenible entre las dos facciones ideológicas dominantes de Argentina: sus globalistas de libre mercado y sus proteccionistas nacionalistas-industriales.

    Cada uno afirma tener el monopolio de la verdad, pero ninguno puede desarrollar la economía de manera sostenible por sí solo. La alternancia de sus gobiernos ha dado lugar a constantes cambios de políticas que han llevado a la erosión de la confianza de los inversores y del desarrollo económico.

    Las elecciones presidenciales de 2027 ofrecen a Argentina una estrecha oportunidad para construir un plan de desarrollo nacional de 16 años antes de que candidatos improvisados, dogmáticos u orientados a la personalidad tomen la iniciativa. Pero la iniciativa debe provenir de la sociedad civil, no sólo de los líderes políticos. Y debe llegar pronto.

    Tres pasos pragmáticos podrían iniciar una negociación orientada al consenso en 2026.

    En primer lugar, como ninguna figura política goza de amplia legitimidad, el esfuerzo debería originarse dentro de un grupo de liderazgo cívico que no tiene por qué ser grande. La sociedad civil dio forma a la transición democrática desde el régimen militar en los años 1980; puede volver a moldear los próximos 16 años del país. Argentina posee líderes de alto calibre capaces de organizar un proceso de consenso nacional. Si se atreven a tomar la iniciativa –por amor a la patria– y lo hacen profesionalmente, la mayoría de los argentinos lo apoyarán con gusto.

    En segundo lugar, el proceso de diálogo debe diseñarse estrictamente. Como psicólogo clínico familiarizado con la cultura argentina, creo que se requieren reglas estructuradas de escucha, principios de comunicación no violenta y prácticas de mediación política que han tenido éxito en otras partes del mundo para fomentar el respeto, la flexibilidad ideológica y la creatividad que requerirán las negociaciones. El país cuenta con profesionales de primer nivel capaces de diseñar un proceso de diálogo de esta naturaleza.

    En tercer lugar, los políticos y expertos de mente abierta podrían negociar un plan sólido de 16 años que aborde la infraestructura, la industria, la energía, la agricultura, los minerales críticos, la gestión del agua y la pesca, la tecnología, la educación, y producir reglas macroeconómicas estables que regulen la moneda, la deuda, los marcos fiscales, la banca y más.

    Sin un consenso nacional interno, la ayuda de Occidente es inútil. Con ello, Argentina podría volver a ser una historia de éxito. Sin embargo, todo depende de si la sociedad civil argentina tomará la iniciativa o no. ​

    por Norman Raimundo Bentson