Puntos clave Alemania, Francia y España se enfrentan a un esfuerzo de fin de año para rescatar un programa de cazas de próxima generación valorado en 100.000 millones de euros. Las revueltas sindicales y las guerras territoriales industriales amenazan un proyecto destinado a dar a Europa más autonomía militar. El resultado podría decidir si los futuros pilotos europeos vuelan aviones de fabricación nacional o dependen de proveedores extranjeros. Esta semana, los ministros de Defensa de Alemania, Francia y España están intentando nuevamente desbloquear el Futuro Sistema Aéreo de Combate, o FCAS, un proyecto de avión de combate, drones y red de datos de sexta generación que ha estado estancado durante años.
Sobre el papel, el FCAS es el proyecto de defensa más ambicioso de Europa: un nuevo caza furtivo que reemplazará al Rafale y al Eurofighter, flanqueado por drones no tripulados de “compañeros leales” y unidos por una “nube de combate” segura para que aviones, satélites y unidades terrestres puedan compartir datos.
La factura estimada es de unos 100.000 millones de euros, con miles de empleos industriales altamente cualificados en juego. La última crisis viene del interior de Alemania.
La disputa entre aviones de combate en Europa llega a una semana decisiva. (Foto reproducción de Internet) IG Metall, el poderoso sindicato de trabajadores metalúrgicos, ha advertido a Berlín que dejará de cooperar con el FCAS si la francesa Dassault Aviation sigue insistiendo en el liderazgo exclusivo del avión de combate.
El proyecto europeo de aviones de combate se enfrenta a una lucha de poder Los funcionarios alemanes y Airbus dicen que quieren una proporción más justa de trabajo y tecnología, no un papel subordinado en un proyecto que están ayudando a financiar.
En París, las voces de la industria responden que Francia ha mantenido el conocimiento aéreo de combate de Europa durante décadas y no puede simplemente entregar el control de las joyas de la corona.
Detrás del lenguaje cortés se esconde un temor real: que los secretos de diseño y futuros contratos de exportación puedan desaparecer de las fábricas francesas si se diluye el liderazgo.
Para salir del estancamiento, algunos en Berlín sugieren un modelo dividido: mantener una columna vertebral digital común (la nube de combate y los sistemas no tripulados) y al mismo tiempo permitir a cada país más libertad sobre su propia estructura de aviones de combate.
Es una idea pragmática que recompensa a los gobiernos dispuestos a invertir y evita imponer un diseño único a los socios reticentes. Para los expatriados y lectores extranjeros, el mensaje es sencillo.
El FCAS es una prueba de si Europa todavía puede convertir los discursos de “autonomía estratégica” en poder militar utilizable, o si otro proyecto emblemático se hundirá bajo la burocracia, los egos rivales y los cálculos a corto plazo.