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Monday, December 22, 2025
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    Brasil intenta detener un choque entre Estados Unidos y Venezuela sin elegir bando

    Puntos clave Brasil rechaza tanto un ataque estadounidense contra Venezuela como un cambio de régimen forzado. Washington tilda a Maduro de narcotraficante; Brasilia teme a los refugiados, al caos y a malos precedentes. Las divisiones regionales y la desconfianza hacia Caracas dejan a Brasil en gran medida solo en su intento de detener la escalada. El jefe de política exterior de Brasil, Celso Amorim, ha trazado una línea clara: Brasil no exigirá que Nicolás Maduro renuncie, incluso mientras trabaja para evitar un ataque estadounidense.

    Dice que sólo Maduro puede decidir dejar el poder y que Brasil nunca hará de la renuncia una condición previa para las conversaciones. El mensaje es simple: Brasilia se opone a los derrocamientos diseñados desde el exterior, pero se mantiene alejada de las disputadas elecciones de 2024 en Venezuela.

    La preocupación inmediata se encuentra en el extranjero. Buques de guerra estadounidenses, incluido un importante portaaviones, patrullan aguas internacionales cerca de Venezuela.

    Brasil intenta detener un choque entre Estados Unidos y Venezuela sin elegir A. (Foto reproducción de Internet) En el marco de una campaña presentada como una ofensiva contra las rutas de la cocaína, las fuerzas estadounidenses bombardearon pequeñas embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, matando a decenas de presuntos traficantes. Washington acusa a Maduro y a funcionarios aliados de dirigir un cártel que alimenta el mercado de cocaína de Estados Unidos.

    La diplomacia enfrenta vientos en contra Venezuela no es un gran productor, pero es un corredor clave para las drogas que salen de Colombia, Perú y Bolivia. Eso le permite a Washington argumentar que los ataques aéreos contra supuestos “laboratorios” o centros logísticos son parte de una guerra más amplia contra los narcóticos.

    Los asesores de Lula temen una pendiente resbaladiza en la que las bombas caigan primero sobre los traficantes y luego sobre cualquier objetivo considerado una amenaza a la seguridad. Para Brasil, lo que está en juego es concreto. Los dos países comparten aproximadamente 2.000 kilómetros de frontera a través de un frágil terreno amazónico.

    Un conflicto grave podría enviar a un gran número de venezolanos hacia Brasil y Colombia, sobrecargando los servicios en ciudades fronterizas que ya son pobres. También podría normalizar la idea de que Estados Unidos puede atacar territorio latinoamericano sin un amplio respaldo regional.

    Brasilia está tratando de tomar un camino estrecho: presionando a Maduro, a través de canales diplomáticos, para que mantenga un tono moderado e instando a Washington a limitar cualquier acción militar.

    Sin embargo, la política regional está fracturada. La ira por las amenazas pasadas de Maduro contra Guyana, las firmes posiciones antiMaduro en Argentina y Paraguay y la desconfianza tanto en el régimen como en una oposición fragmentada hacen que la diplomacia sea más difícil justo cuando crece el riesgo de errores de cálculo.