Río de la Plata, uno de los bastiones más emblemáticos dentro de la pesca deportiva, hacedor de grandes pescadores, castigado, muchas veces menospreciado y a pesar de todo sigue brindando capturas increíbles. El río más ancho del mundo demuestra en cada una de nuestras salidas que es posible ir por más, y no los hace saber teniendo pescas memorables como sucedió en este relevamiento: queríamos pescar dorados con carnada natural complementando la excursión con la captura de alguna tararira también.
El Río de la Plata es de color amarronado debido a los sedimentos que arrastran los ríos Uruguay y Paraná, principales afluentes del estuario. En ocasiones lo vamos a ver con aguas más transparentes, pero no es lo cotidiano. Tiene un delta incalculable e indescifrable que muchas veces nos juega una mala pasada, ya que año tras año las canaletas se corren, las matas de juncos forman islas, los islotes crecen y así podemos seguir enumerando cantidad de situaciones que cambian la fisonomía del lugar. Como dijimos anteriormente, en esta ocasión buscábamos la pesca de dorados y tarariras con carnada natural, y para eso debíamos llevar cañas de 2,10 a 2,50 m de largo con acción de punta, y reeles frontales y rotativos con buena capacidad de carga y freno, cargados con hilo multifilamento de 30 lb (1 lb = 0,453 kg) o nylon monofilamento de 0,40 mm.
Se utilizan dos tipos de línea: de flote, conformadas con una boya donde vamos a regular la profundidad, un plomito corredizo pequeño para aguantar la carnada y un leader de acero de unos 40 cm de largo con anzuelo 7/0 u 8/0. Si la idea es pescarlos netamente de fondo, es muy sencillo, pasamos un plomito corredizo sobre la madre del reel y atamos un leader de acero como el que nombramos anteriormente.
Para el río, el sí es fácil Las carnadas a utilizar pueden ser muy variadas, aunque predomina el bagre amarillo, el sábalo, las morenas, anguilas y cualquiera de estos pueden estar enteros o trozados en postas. Otra ventaja que tienen las salidas al Río de la Plata es que son fáciles de promover. Un llamadito telefónico a Mauro Bittolo y otro a Adrián Debrito, y en segundos ya teníamos armada la pesca. Quedaba poner fecha y hora, nada más. En esta oportunidad pudimos hacerlo un día de semana, cuando sabemos que la circulación de embarcaciones es menor y los lugares de pesca no están muy castigados. Mauro pasó por casa tipo 6 AM y de ahí derechito a Pesca del Plata, un shopping para aficionados. Allí nos estaría esperando Adrián y recogeríamos una de nuestras carnadas: anguila viva.
Recorrimos un poco el comercio, donde realmente tienen de todo, y enseguida nos fuimos hacia la guardería náutica en la zona de Tigre. Cargamos todos nuestras cosas en la embarcación y partimos hacia otra de las guarderías, donde Maxi nos estaba esperando para darnos parte de nuestra carnada también: sabalitos vivos, un caramelo para los dorados.
Cuando llegamos, lo vimos a nuestro amigo en la proa de su lancha y, atarraya de por medio, juntaba varias docenas de sabalitos. Salimos nuevamente hacia el río Luján y tiramos a marcha lenta las dos embarcaciones juntas. El día estaba extremadamente ventoso, casi 50 km/h de viento norte. Para llegar al lugar de pesca teníamos dos opciones: ir por adentro y toparnos con el viento casi llegando al pesquero, o bien navegar por afuera y ahorrar unos cuantos kilómetros. Elegimos ir por río abierto, por afuera, realmente una mala elección, el viento se hizo sentir y nos golpeamos bastante hasta llegar a una zona de reparo formada por bancos de arena y muy poca profundidad. Con esto quiero decir que muchas veces es mejor navegar un poquito más y no sufrir los embates del viento. Finalmente, entramos a la zona conocida como La Raja y, al reparo de unos juncales, anclamos en una profundidad de 80 cm aproximadamente.
Primeros lances Armamos todos los equipos, algunos de flote y otros de fondo, y encarnamos con sabalitos enteros y algunos trozados. Hicimos derivar las líneas de tal manera que no se crucen, cañas en los posacañas, chicharras del reel activadas y a esperar. ¿Vieron cuando se dice: “Música para mis oídos?”… tuvimos una sinfonía inmediata, dos chicharrazos que nos hicieron saltar de las butacas para, caña en mano, esperar el momento ideal para la clavada. Cerramos el pick up, dejamos llevar y golpe certero para tratar de hincar el anzuelo en la dura mandíbula del dorado. Uno se perdió, no importa el de quien, pero el otro quedó prendido y lo pudimos traer para sacar la foto y devolverlo al agua. Obvio, al que lo perdió se lo cargó con fuerza bajo un compás de risas cómplices.
Así siguió gran parte de la mañana, con piques de todos los calibres, pero muchos que superaban los 4 kg de peso, un pescón por estar en uno de los deltas más difíciles de la actividad. En un momento se nos cortó el pique y decidimos levantar el ancla y dejarnos derivar unos 300 m más adelante, más al filo del veril. Cambiamos las carnadas y nuevamente líneas al agua. Parecía que nos estaban esperando. Primero fue Mauro con quizás el mejor dorado del día, una bestia. Mientras él lo peleaba, Adrián clavó otro de los buenos. Yo… disfrutaba de mis amigos. Algunas fotos de acción, otras de mostrar y dorados al agua para que sigan viviendo. Seguro están leyendo y diciendo: “Pero este sólo saca fotos”. No, no es así, también me tocó pescar, pasa que mis compañeros en el fragor de la pesca no agarran la cámara y yo quedo en off side.
Veníamos teniendo un pescón de dorados y hablábamos vía VHF con otros amigos. Todos estaban contentos con la jornada de pesca, un éxito. También queríamos ver la chance de alguna tarucha. En la zona hay varios mini pesqueros que suelen rendir muy bien. Levantamos todo, tomé el mando de la embarcación y, navegando aguas arriba, entramos en la zona de islas. Antes de llegar debo confesar que varias veces quedamos en seco, sin agua para movernos. El viento ayudaba, motor arriba y muy despacito quedábamos a flote nuevamente. Estaba muy difícil la navegación pero pudimos entrar a un par de arroyitos que prometían mucho. Era tarde pero igual intentamos con las taruchas. ¡Ah! Sabíamos que no teníamos mucho tiempo debido a la enorme bajante del río, por lo cual era entrar, pescar un par de tarariras y salir rajando o esperar una próxima marea, no era esa nuestra idea.
Mis compas alivianaron los equipos y fueron en busca de la pesca, mientras tanto yo miraba un palito en la boca del arroyo. En cuanto ese palito se alargara, nosotros teníamos que salir. Por allá veo un chapotazo en el agua, veo al pescado arriba, veo las fotos y dije, es el momento, vayámonos porque si no pasamos la noche acá. Les pegué un grito y marchamos hacia la guardería.
Creánme que cuando salimos de la canaleta, el río mas ancho del mundo parecía la Bristol de Mar del Plata, arena por todos lados debido a los bancos que se habían quedado sin agua. Con la ayuda de la experiencia, más las cartas náuticas del GPS y el ecosonda, llegamos sin sobresaltos a nuestro lugar de inicio. Así fue nuestro día de pesca, viviendo emociones únicas a tan sólo una hora de Capital Federal. Una excelente pesca de dorados y la suma de las taruchas a las que no pudimos dedicarles mucho tiempo, pero que están y bien activas. Llamá a tu guía de confianza y hacele un tirito, no te vas a arrepentir.
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