Puntos clave 1. El principal líder empresarial de Alemania dice que los sistemas sociales del país están “al borde del colapso” si no se recupera el crecimiento.
2. Los altos costos de la energía, las fuertes regulaciones y la débil inversión están impulsando a la industria al extranjero y exprimiendo la base impositiva que financia el Estado de bienestar.
3. La deriva política y la lentitud en la toma de decisiones corren el riesgo de convertir un shock temporal en una desindustrialización a largo plazo.
Cuando Rainer Dulger, jefe de la poderosa Federación de Empleadores de Alemania, dice que el sistema social está “al borde del colapso”, no está hablando de un futuro lejano.
Está hablando de un modelo que ya cruje bajo el peso del lento crecimiento, el envejecimiento y las costosas promesas.
Durante décadas, el acuerdo de Alemania fue claro. La industria exportaba automóviles, máquinas y productos químicos al mundo.
A cambio, el Estado ofreció pensiones generosas, servicios públicos sólidos y seguridad para los trabajadores. Ese contrato sólo funciona si las fábricas permanecen en casa y las ganancias se mantienen sólidas.
Cuando los patrones alemanes advierten sobre el colapso: ¿Se está resquebrajando el modelo social? Cuando los patrones alemanes advierten sobre el colapso: ¿Se está resquebrajando el modelo social? En los últimos años, ese motor ha perdido potencia. La economía se ha contraído o se ha estancado, mientras que los precios de la energía se han disparado desde que desapareció el gas ruso barato.
Las industrias pesadas ahora enfrentan facturas de electricidad y gas que hacen que las nuevas inversiones en Alemania parezcan riesgosas.
Muchas empresas están optando por expandirse en Estados Unidos o Asia, donde la energía es más barata y los permisos son más rápidos.
Al mismo tiempo, se han acumulado capas de regulaciones, impuestos y cargas sociales. En tiempos de auge, las empresas los toleraban.
Cuando están estancados, parecen arena en los engranajes. Los empleadores ven un Estado que exige más pero ofrece menos: servicios digitales lentos, procedimientos de planificación obstruidos y debates políticos que giran en torno a lemas climáticos en lugar de alivio concreto para los productores.
La advertencia de Dulger es contundente porque la aritmética es contundente. Una población que envejece significa menos trabajadores y más pensionados.
Si la industria se contrae y las personas con altos ingresos trasladan sus inversiones al extranjero, la base impositiva que financia el bienestar y las inversiones públicas se erosionará.
El riesgo no es un colapso de la noche a la mañana, sino una contracción constante que haga que el sistema sea más duro y frágil.
Políticamente, la respuesta ha sido cautelosa y fragmentada. Los líderes hablan de “transformación” y “modernización verde”, pero las decisiones claras y favorables a la inversión en materia de energía, normas laborales y cargas fiscales a menudo llegan tarde o no llegan en absoluto.
Los votantes escuchan discursos sobre visiones a largo plazo. Las empresas no escuchan ningún plan rápido para reducir costos y restaurar la confianza.
Para los expatriados y lectores extranjeros, el mensaje es sencillo. Alemania no se derrumbará mañana.
Pero cuando el jefe de su propio empleador habla de un sistema al borde del colapso, está indicando que la vieja garantía alemana de estabilidad ya no puede darse por sentada.