Ecuador es un productor de petróleo que comienza a sentirse como un cliente petrolero. El país ahora gasta casi tantos dólares importando gasolina, diésel y gas para cocinar como los que gana vendiendo crudo.
Para una economía dolarizada que no puede imprimir su propia moneda, perder ese ingreso extra del petróleo es como perder una red de seguridad justo cuando las presiones sociales y de seguridad están aumentando.
Durante años, el “colchón petrolero” pagó la diferencia entre el combustible barato en el país y el costo real en el extranjero, y aun así dejó dinero para el presupuesto. En 2022, los altos precios dieron a Ecuador un superávit récord de alrededor de 5.700 millones de dólares entre los ingresos por exportaciones de petróleo y los costos de importación de combustibles.
Para 2025, se prevé que ese colchón se reducirá a aproximadamente 662 millones de dólares. En 2026 podría recuperarse sólo hasta alrededor de 945 millones de dólares, un margen estrecho.
La matemática detrás de esto es simple y preocupante. El gobierno espera ganar alrededor de 5.900 millones de dólares por las exportaciones de crudo en 2026, pero podría gastar cerca de 5.000 millones de dólares en la compra de combustibles refinados.
Cuando un país petrolero se convierte en comprador de combustible: la nueva realidad del Ecuador. (Foto reproducción de Internet) Ecuador vende crudo pesado a aproximadamente 53 dólares el barril y recompra gasolina y diésel cerca de 74 dólares el barril. El viejo modelo –extraer, exportar, subsidiar y todavía tener efectivo– se está derrumbando.
La caída del petróleo en Ecuador es una crisis provocada por la política Hay una historia de elecciones y negligencia detrás de los números. La producción de petróleo se estancó cerca de 470.000 barriles por día y luego comenzó a caer. Un referéndum ordenó el cierre del bloque Yasuní-ITT, eliminando un campo que alguna vez suministró más de una décima parte de la producción nacional.
Los oleoductos clave no fueron protegidos a tiempo de la erosión fluvial y los deslizamientos de tierra; cuando fracasaron, se cerraron cientos de pozos. La inversión en la empresa estatal Petroecuador colapsó, las refinerías colapsaron y el país tuvo que importar más combustible en el peor momento posible.
Las exportaciones no petroleras, como el camarón, el cacao y la minería, ahora generan más dólares que el crudo. Eso demuestra la energía del sector privado.
Pero a medida que se recortan los subsidios a los combustibles y se intensifican las protestas organizadas por grupos arraigados, Ecuador ofrece una lección clara: cuando la política castiga la inversión y recompensa las promesas fáciles, la factura siempre llega, y la pagan los contribuyentes y ahorradores comunes y corrientes.