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Monday, December 22, 2025
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    Tommy Robinson, Elon Musk y la nueva batalla por la inmigración y la libertad de expresión en Gran Bretaña

    Lo que parece otra ruidosa protesta callejera en Londres es en realidad una señal de un cambio más profundo en la política británica.

    En el centro se encuentra Tommy Robinson, nombre real Stephen Yaxley-Lennon, un hombre que muchos en el establishment consideran peligroso, pero a quien cientos de miles ven como el único que dice en voz alta lo que piensan en voz baja.

    Robinson surgió por primera vez en 2009 cuando fundó la Liga de Defensa Inglesa en su ciudad natal de Luton después de que activistas islamistas gritaran insultos a los soldados británicos que regresaban de Afganistán.

    Más tarde abandonó el movimiento, diciendo que había sido tomado por extremistas genuinos, pero mantuvo el mismo mensaje central: el Estado tiene demasiado miedo a las acusaciones de racismo como para abordar honestamente los problemas relacionados con la inmigración masiva y el Islam radical.

    Tommy Robinson, Elon Musk y la nueva batalla por la inmigración y la libertad de expresión en Gran Bretaña. (Foto reproducción de Internet) Ese mensaje cobró fuerza con los escándalos de las pandillas de acicalamiento. Las investigaciones oficiales confirmaron que, durante años, grupos organizados de hombres, a menudo de origen paquistaní, abusaban de niñas, en su mayoría blancas, de clase trabajadora, mientras que las autoridades locales y la policía no actuaban.

    La creciente reacción contra los temores ignorados alimenta el impulso populista Para muchas familias, el lenguaje duro de Robinson sonó menos ofensivo que el silencio y las excusas de los funcionarios que simplemente miraban hacia otro lado. La compra de Twitter, ahora X, por parte de Elon Musk le dio a Robinson una segunda vida.

    Su cuenta previamente prohibida fue restaurada, su alcance se disparó y, según el activista, Musk incluso ayudó a cubrir facturas legales en un caso en el que un juez dictaminó más tarde que había sido tratado erróneamente como un riesgo de terrorismo.

    Para sus partidarios, esto demostró que las instituciones poderosas alterarán las reglas para castigar a quienes las avergüencen. En septiembre, Robinson encabezó una marcha por Unir el Reino en el centro de Londres que atrajo a entre 100.000 y 150.000 personas.

    La multitud mezcló la preocupación por el crimen y la migración ilegal con la ira hacia las elites políticas y los medios tradicionales. Hubo enfrentamientos y arrestos, pero la magnitud de la movilización sorprendió a los observadores.

    La historia más profunda no se trata de agradar o respaldar al propio Robinson. Se trata de lo que sucede cuando las instituciones ignoran los temores comunes y al mismo tiempo endurecen las reglas de expresión.

    En ese espacio, las voces independientes y los propietarios de plataformas adinerados dispuestos a correr riesgos en favor de un debate abierto pueden convertirse en puntos focales de una reacción que trascienda fronteras.