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Wednesday, December 24, 2025
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    Exilio y reescritura de la historia: una aproximación a Desterrados

    ANA TERESA TORRES, DAVID RABANALES“La dedicatoria, los agradecimientos, el epígrafe de Luis Cernuda, configuran ya un conjunto de paratextos que van sugiriendo un sentido, una línea de significación que desde el título (Desterrados), nos habla de fracturas, de quiebres, de separaciones violentas, algunas inesperadas o abiertamente impuestas.

    Por FLORENCIA MONTERO NOUEL

    Nuevamente la escritura de Ana Teresa Torres hace un acercamiento a procesos históricos para construir un universo ficticio. Como en algunas de sus narraciones anteriores la escritora recurre a la investigación, al registro historiográfico, para recrear sucesos en el espacio literario, que le brinda la opción de modelar historias alternativas, aproximaciones libres a acontecimientos relevantes. En este sentido, la noción de intrahistoria, que ha servido a algunos críticos para desarrollar estudios sobre su obra, vuelve a ser relevante.

    La novela, que en gran parte apoya su estructura en la representación del éxodo judío, de las migraciones, del exilio que surge de la persecución y la expulsión del lugar propio, abandonada de manera abrupta para alcanzar una posibilidad de sobrevivencia, plantea no solo la discriminación y el prejuicio racial que llega al crimen, sino también la condena política, justificada por los complejos mecanismos del poder.

    La dedicatoria, los agradecimientos, el epígrafe de Luis Cernuda, configuran ya un conjunto de paratextos que van sugiriendo un sentido, una línea de significación que desde el título (Desterrados), nos habla de fracturas, de quiebres, de separaciones violentas, algunas inesperadas o abiertamente impuestas. Es relevante la solidez del discurso histórico que acompaña la narración, revelador de una investigación minuciosa y organizada. Pero es justamente en este punto donde consideramos esencial destacar el vínculo que se establece entre los datos históricos, la investigación documental y las nociones sobre teoría literaria que constituyen un sustrato importante en la construcción de lo narrado y que se anuncian con claridad en la cita extraída de la entrevista a Almudena Grandes:

    La historia respeta la verdad. La ficción histórica la verosimilitud. Un historiador tiene que contar la verdad, aunque parezca mentira. Un novelista construye un relato que tiene que parecer verdad y es mentira.

    Del mismo modo, el epígrafe de Walter Benjamin, que introduce el Capítulo I, es clave para leer esa intención de “armar” el pasado, de reconstruirlo desde la libertad que brinda el ejercicio de la memoria:

    Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”.

    Significa apoderarse de un recuerdo tal como este relumbra en un instante de peligro.

    La conciencia de la producción ficcional, de que se están creando entidades, figuras, situaciones ficticias que obedecen a la lógica interna de un espacio imaginario, pero aluden a lo real de manera convincente, manteniendo su apariencia de verdad, subyace en varias novelas de Ana Teresa Torres y, en algunos casos, se hace evidente, como ocurre, sobre todo, en Doña Inés contra el olvido (1992) y Los últimos espectadores del acorazado Potemkin (1999), textos en los que la reflexión sobre la construcción de universos ficcionales se revela como uno de los asuntos centrales de la historia narrativa.

    El nexo entre la prosa de ficción y lo histórico abre la posibilidad de estructurar nuevas vías de comprensión del pasado y su incidencia en el mundo actual. Pero, quizás lo más cautivador de este tipo de novelas sea la libertad de construir una reescritura de la historia, que se muestra como alternativa para descubrir, desde situaciones cotidianas, domésticas, desde la vida íntima y, en ocasiones, aparentemente intrascendente de los personajes, nuevas perspectivas para “leer” ese pasado.

    es Desterrados entramos en contacto con hechos claves para el desarrollo del siglo XX (la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa de 1917, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo). Del mismo modo, el texto muestra, a partir de episodios referidos al ámbito privado, a las vivencias íntimas de los personajes, acontecimientos centrales de la historia venezolana de los siglos XX y XXI, hasta llegar a 2025. En este sentido vale la pena señalar que el diseño de la urbe caraqueña, de su ambiente; las costumbres que la han caracterizado en distintas épocas; la significativa presencia de inmigrantes en ella, constituye parte de esa escritura de Torres que busca trazar un perfil de la ciudad revelador de sus contradicciones, del sueño modernizador —que largo tiempo marcó sus expectativas de “progreso”— y de la decadencia que hoy la atraviesa.

    El lenguaje de la novela es eficaz para integrar en su construcción narrativa el acontecer del espacio público, los cambios sociopolíticos que desestabilizaron territorios enteros y convulsionaron a la población hasta penetrar en su más profunda intimidad. Porque el drama del exilio, las rupturas que implica, trascienden en el texto los conflictos bélicos internacionales, la persecución política y el crimen de odio, para penetrar en la incidencia que todo esto tiene en la estructura del “yo”, en la identidad individual, en la subjetividad de los personajes, en la fundación de sus relaciones interpersonales, en su mundo afectivo. De allí que destaquemos la importancia de tener en cuenta el título, porque Desterrados nos lleva de manera inmediata no solo al desalojo, a la huida desesperada, sino también al sentirse arrancado y lanzado desde el lugar de las raíces hacia el vacío, hacia la incertidumbre y, en ocasiones, hacia la muerte. La pérdida del territorio no solamente se refiere a lo geográfico, sino al espacio del origen, donde ha ocurrido la fundación de la vida.

    En la novela es significativo observar cómo la mayoría opta por la adaptación al sitio que le abre sus puertas y le ofrece alguna posibilidad de subsistencia, de estabilidad, aun cuando inicialmente esta sea precaria. Otros se oponen con mayor fuerza a la pérdida, la sufrir como herida irreparable, como ruptura. Y a alguno se le ocurre ir al rescate de lo que fue e inicia la búsqueda infructuosa del padre desaparecido, símbolo doloroso de la violencia implícita en la diáspora, figura que en el contexto permite la representación de la melancolía del desterrado, esa vaga tristeza que, aunque sosegada, lo asedia con frecuencia, impulsándolo a rescatar y recordar sus vínculos originales ya impedirle el ejercicio del olvido.

    Otro aspecto que me gustaría señalar es la representación del intelectual, del escritor, del artista, como personajes activos de la fábula y el hecho de que en esa representación también sea importante la referencialidad histórica. Se nombran figuras que nos son familiares, representantes del arte y la literatura, como Benjamín Péret, Remedios Varo, Breton, Marc Chagall, Marcel Duchamp, Hannah Arendt, Max Ernst, por solo mencionar algunos. La violencia política que genera la censura y la insistente persecución, conduce a la huida, a renunciar a lo propio, a los derechos civiles, a las más mínimas pertenencias personales. Pero quizás lo más aplastante y devastador sea renunciar a las creencias, a expresar el pensamiento, a la posibilidad de crear en libertad, a la propia ideología, situación que viven con angustia estos grupos que buscan asilo y vías de escape.

    Aunque como ya hemos dicho la novela se apoya, básicamente, en el registro de acontecimientos que tienen alta incidencia internacional, trabaja también otros sucesos importantes para revisar el desarrollo político venezolano y para aproximarnos a la instauración de las dictaduras militares de América del Sur que se extienden principalmente en la década del setenta, cuando Venezuela era el destino de muchos refugiados.

    Para nosotros, venezolanos de hoy, Desterrados abre una interesante posibilidad de lectura que nos permite revisar la situación que ha generado la intensa migración venezolana ocurrida durante este siglo. El devenir de nuestro país también forma parte de los múltiples nexos que se tejen en la novela a partir del tránsito de los desterrados, de sus diversas trayectorias en distintas épocas. Nuestra vida política, las confrontaciones que en ella se generan, nos sitúan en la sociedad actual, con sus fracturas y desgarramientos. El texto nos impulsa a repensarnos como nación marcada por las separaciones, por la desestabilización surgida de los cambios que la migración implica.

    Ana Teresa Torres toma la palabra en este momento para mostrarnos las complejidades del destierro, muchas de sus derivaciones, los desaciertos del hombre, del poder ejercido con abuso y desmedida violencia, el dolor por lo perdido, por lo que sabemos inalcanzable.

    Al mismo tiempo nos ofrece un interesante ejercicio escritural, una nueva exploración de la palabra escrita, un renovado regreso a la posibilidad de construir ficciones desde la indagación histórica, teniendo presente que a través de la invención, de la elaboración de narraciones imaginarias, podemos estructurar un agudo conocimiento de lo real.