“Una suma poética de 346 textos en sus tres libros, de los cuales 16 no son poesía sino prosa de ideas, pertenecientes exclusivamente a La torre de Timón, donde se prefigura, insinúa y despeja el poema en prosa que él consagrará inconmovible como una forma perpetua”
Por ALBA ROSA HERNÁNDEZ BOSSIO
Para A: No te faltaba nada porque tenías la vida.
Ahora eres un sueño como Mercucio, el bufón
Fiestas, Oberón, Próspero, Coriolano,
las personae que fuiste.
Liminar
Me debo a la conmemoración del centenario de la publicación de La torre de Timón, el libro iniciado de José Antonio Ramos Sucre, como una acción de gracias y como un sortilegio. Gracias por la pasión asidua que me impulsa a recordarlo. Conjuro contra la desventura irreparable de la pérdida.
La torre de Timón: iniciación y plenitud del poema en prosa
Quizás después del 9 de junio de 1925, cuando cumplió 35 años, José Antonio Ramos Sucre haya entregado a la Litografía Vargas los folios de La torre de Timón,que será su primer libro donde recolectó textos de poesía o reflexivos antes publicados y los inéditos que fundaron su nuevo modelo de poesía en prosa.
También se cuenta que el libro comenzó a circular en agosto, tomando como referencia las primeras reseñas en la prensa: de la revista. VenezuelaNo. 42, con la leyenda: “De La torre de Timón,recién publicado”. La de Gabriel Espinosa en la primera página de El Universaldel 30 de septiembre en Comentarios bibliográficos, donde el crítico y poeta afirma que había considerado a Ramos Sucre un abogado “con ribetes literarios” y ahora reconocía que era un poeta. Pero lo que cuenta es su recuerdo de Ramos Sucre leyendo en voz alta sus poemas en el diario antes de entregarlos (más de 126 publicados allí), “con tanta originalidad en la entonación”…“en la acentuación voluntaria”…”en la comicidad”, sic, que “ha hecho sostener a alguna la superioridad del Ramos Sucre verbal sobre el Ramos Sucre escritor”. Juicio que nos revela su gran poder actoral —o retórico— para crear con la entonación de su voz, matices y sugerencias de las palabras y silencios del poema (parece valorar más la originalidad oral de Ramos Sucre que la escrita). En 1931, Félix Armando Núnez recordará también esta relación creadora entre su voz y su palabra —“Leyéndolo se oye su voz”. Además, apareció la muy citada reseña de su amigo, el poeta Fernando Paz Castillo, El solitario de la Torre de Timónpublicado el 3 de octubre en la revista Élitefundado ese septiembre, donde famosamente afirmó —más bien anterior— que en ninguno de sus textos aparece la partícula “que”, cierto parcialmente en este libro, totalmente en los siguientes.
Por consiguiente, más de la mitad de los textos de La torre de Timón ya habían aparecido en revistas y diarios de Caracas y habían sido recolectados en un “primer” libro, Trizas de papel,de 1921, editado en la Imprenta Bolívar y entraron a La torre de Timón en otro orden, con menos o más intervenciones, así mismo Sobre las huellas de Humboldtde 1923, publicado como folleto o separata de la revista La Lecturacon 6.000 ejemplares, presentado como “la primera parte de un ensayo en mientes” que no llegó a escribir porque su búsqueda lo conduciría a otro destino.
Por esto, cuando se comparan los textos incluidos en este libro es posible distinguir las diferencias entre ellos y deducir que fue después del año 1923 cuando Ramos Sucre concluyó el desapego y deslinde de las primeras formas expresivas que no volverá a frecuentar una vez que hubo alcanzado el punto cenital de su poesía en prosa, que perpetuará y llevará a su apogeo y culminación en sus dos próximos libros. Las formas del fuegoy El cielo de esmalte, de 1929, editados en la Tipografía Americana, en ese orden. Esta acotación, fuera de tema era necesaria para leerlo bien, según su disposición.
Una suma poética de 346 textos en sus tres libros, de los cuales 16 no son poesía sino prosa de ideas, pertenecientes exclusivamente a La torre de Timón,donde se prefigura, insinúa y despeja el poema en prosa que él consagrará inconmovible como una forma perpetua (“Residuo”, el poema que escribió en Ginebra en marzo de 1930, después de un primer intento de suicidio, regenera idéntico el modelo).
En la encrucijada de la prosa y la poesía
Fue en 1910, luego de su grado de bachiller el 1 de octubre, cuando Ramos Sucre viajó desde Cumaná, su “idolatrada Jerusalén”, a Caracas la ciudad donde vivirá precaria y provisionalmente de pensión en pensión como para irse, a París, según su deseo. Traía renombre de sobresaliente en idiomas y estudios, venía de una familia ilustrada (historiadores, docentes, latinistas), y otra de militares (su madre era sobrina nieta del Mariscal de Ayacucho). En la UCV solo pudo cursar dos años sobresalientes, de Derecho y Literatura, porque la universidad fue clausurada en octubre de 1912 (reabierta en 1916, se graduó de abogado en 1917, de doctor en 1925). El cojo ilustrado lo dará a conocer publicando en 1911 su traducción del prólogo latino de Chauveton para la historia de Benzoni, presentada, nada menos que por Lisandro Alvarado, como “el estudioso joven” porque ya su caudal de saberes y de idiomas —sobre todo el latín— parecía desmesurado, después su erudición sería llamada “pasmosa”.
Sin embargo, no llegó a, o no quiso, ser más que profesor de Historia de Venezuela y de Latín en liceos desde su llegada a Caracas o traductor e intérprete en la Cancillería, nombramiento firmado en marzo de 1914 por el ministro Manuel Díaz Rodríguez, el maestro del modernismo.
Su primera publicación de un texto de poesía había sido en septiembre de 1912 en la revista. Atenas donde apareció su “Defensa de la soledad”, como ejemplo de una argumentación, incluida en La torre de Timóncomo “Elogio de la soledad” y que pasa a ser, por lo tanto, el primero fechado. Dos poemas anteriores, publicados en una revista de Cumaná fueron desechados.
Pero la suerte por la poesía aún no estaba echada porque siguió publicando solo “prosas” y traducciones sin salvarlas —las que Rafael Ángel Insausti recuperó y publicó en Los aires del presagio de 1960—hasta 1914, cuando dejó de escribir prosa discursiva y se enfrascó en o se entregó solo a la invención y consecución de un modelo propio y único de poesía en prosa. Buena parte estará en los medios, los poemas que predicen, se acercan y los que alcanzaron la meta deseada, el final del viaje, la invención de la plenitud inmóvil del poema en prosa. Todos ordenados y comprendidos en su libro fundador La torre de Timón.
La torre de Timónpreludio y soberanía del poema en prosa
Recapitulando: no era incógnito lo que Ramos Sucre entregaba a sus amigos y figuras de la cultura, era su obra destinada a perdurar. Ningún juicio o falta de juicio de los críticos y lectores del momento pudo influir y hacerlo dudar de su valor y novedad. Había expuesto sus poemas buscando fuesen leídos, también para confirmarlos mirándolos de lejos, no en manuscrito o borrador. Gracias a estas versiones conocemos algunos de sus pentimenti, vestigios de su oficio extremado en pos de la palabra justa (1).
“Preludio”, el primer poema que modula el leitmotiv del libro: el deseo de morir para no “sufrir” más las “amarguras” de la vida, es de la primera faz de su escritura, con reminiscencias románticas, tono emotivo, palabras a la mano, como en “A un despojo del vicio” (“tú, que habías caído y eras casta, reducida por la adversidad a lastimosa condición de ave cansada, de cordero querelloso y herido”) O “Cansancio”, “Entonces”, “La tribulación del novicio”, “Elogio de la soledad” (“me sonrojo de afrentosas esclavitudes; me última la melancolía invencible de las razas vencidas”).
Esta “expresividad” externa, “follaje doliente”, será sustituida en sus poemas absolutos por un tono neutro que indirectamente sugiere las emociones tácitas. Porque el Ramos Sucre de este momento no es aún el inventor de una nueva lengua de artecapaz de recuperar el esplendor de palabras olvidadas o desusadas, o historias de otros tiempos y espacios, pero la visión de mundo es la misma, así como los personajes que monologan en sus poemas, autores o pacientes del mal omnipresente. Por esto, están yuxtapuestos o integrados los que serán tres momentos de su mestière poético. Incluso alternan con 16 textos de prosa: ocho sobre el heroísmo (que es un deseo), cinco sobre la historia (su poesía inquiere sus atrocidades y conquistas), uno sobre el adjetivo (defiende el adjetivo pospuesto, fijo en su poesía), uno sobre la poesía elocuente (en defensa de la retórica como su arte poético) y el “ensayo” “Sobre las huellas de Humboldt”, recreación portentosa de sus viajes. Estos 16 textos están ordenados entre los 37 primeros poemas del libro y después siguen otros 37 poemas solos que consagran el código medido, perfecto.
Porque en la segunda etapa estará en ciernes la forma canónica que triunfará y será inmutable. En esta fase intermediaria la sintaxis tiende a ser invariable y son moderadas las relaciones subordinadas, como en “La vida del maldito”, presentando aún el “que” y el punto y coma.
“Yo adolezco de una degeneración ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal. Imagino constantemente la sensación del padecimiento físico, de la lesión orgánica”.
Él hubiera podido persistir en esta sintaxis más libre, también la de “El retorno”, “De la vieja Italia”, “Vestigio”, “El avenimiento de Sagitario”. Así el inicio de “El canto anhelante”: “Al pie de la muralla tiembla el barco del pirata con el ritmo de la ola” —en la etapa cenital hubiera comenzado con el verbo porque en su poema en prosa inconmovible la sintaxis regresa a lo elemental, acepta solo dos formas: el verbo siempre al inicio (“He soñado con la beldad rubia. Miro su despejo y siento su voz”), con un sujeto explícito (“La castellana recorre el bosque Su canción despierta la espesura”) o el pronombre Yo dominante (“Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo”. En los poemas de su última estancia y en todos los de Las formas del fuego y El cielo de esmalteel silencio se incorpora al asamblea plenaria incognoscible y se imponen los espacios en blanco entre las estrofas fragmentadas.
salida
“Ya puedo morir”. Recuerda Paz Castillo sus palabras al darle el libro que él sabía lo eximirá “del olvido perenne”. Lo escribió para salvarse de la muerte que prefiguró en su poesía como una redención. Lo había concebido con el “tesoro” de sus conocimientos, sumido en el “abismo de dolores de Leopardi”, como le escribió a su hermano Lorenzo (2). O en una cárcel, según sus palabras a su amigo Enrique Bernardo Núñez, o encadenado, a su prima Dolores Emilia Madriz Sucre (3). Lo escrito iniciado por el insomnio, incesante desde 1922.
Cuando viajó a Europa el 1 de diciembre de 1929, como cónsul en Ginebra, intentó salvarse en los sanatorios de Hamburgo y de Merano, pero apenas ocupó su consulado, en marzo de 1930, intentó suicidarse. Eligió salir de la vida, el día de su cumpleaños cuaren ta, en coma, sin reaccionar al electroshock, murió a las 5 am el día 13, para no sufrir más su decadencia (“Hace dos años que no escribo una línea”), porque sintió irrecuperables el sueño y la poesía.
Sus contemporáneos pensaron que había muerto sin escribir la obra cumbre que su “genio” y saber prometían. Pero era el príncipe, príncipeel primero de los poetas. Dante lo hubiera llamado el mejor fabbro como al trovador Amaut Daniel al encontrar en el Purgatorio, y TS Eliot a Ezra Pound al dedicarle la tierra baldía en 1922.
Referencias:
(1) Toda la hemerografía con fechas y variantes está en obra completa,edición crítica, 2016, bid & coeditor, Caracas.
(2) Carta a Lorenzo Ramos, Caracas, 25 de octubre de 1929.
(3) Enrique Bernardo Núnez, “JA Ramos Sucre”, 1931, Élite, Caracas. Carta a Dolores Emilia Madriz Sucre, 7 de junio de 1930.