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Monday, December 22, 2025
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    El estatus de aliado de Colombia está en juego mientras Washington pierde la paciencia con el Petro

    Washington está amenazando discretamente con quitarle a Colombia algo de lo que la mayoría de la gente nunca ha oído hablar pero con lo que los diplomáticos se obsesionan: su estatus de “principal aliado fuera de la OTAN” con Estados Unidos. Sobre el papel es sólo una etiqueta.

    En realidad, indica en quién confía Washington cuando se trata de seguridad, armas y estrategia a largo plazo. Colombia obtuvo esa insignia en 2022 bajo el entonces presidente Iván Duque, después de años de alinearse estrechamente con las posiciones de Estados Unidos en materia de política de drogas, Venezuela y seguridad regional.

    El estatus no significa que las tropas estadounidenses defenderían automáticamente a Colombia. Pero sí significa un acceso más fácil a equipos estadounidenses avanzados, prioridad para el hardware excedente, un asiento en la mesa de los programas del Pentágono y una sensación general de que “este es uno de los nuestros” dentro de los círculos de defensa occidentales.

    En América Latina sólo lo tienen Argentina, Brasil y Colombia. Ingresan Gustavo Petro, el primer presidente de extrema izquierda de Colombia, y Donald Trump de regreso a la Casa Blanca.

    La relación se ha convertido en una pelea en línea. Trump ha golpeado a Petro con sanciones personales, canceló su visa y amenazó con aranceles vinculados a vuelos de deportación y cooperación antidrogas.

    El estatus de aliado de Colombia está en juego mientras Washington pierde la paciencia con el Petro. (Foto reproducción de Internet) Petro acusó a Estados Unidos de pisotear la soberanía colombiana, suspendió el intercambio de inteligencia después de los ataques marítimos estadounidenses contra presuntos traficantes y presentó la presión de Washington como un castigo por sus conversaciones de paz con grupos armados y su retórica sobre Gaza.

    La amenaza de degradar a Colombia es el momento en que esa lucha deja de ser ruido y se convierte en estructura. Si se revoca el estatus, los acuerdos de armas podrían ralentizarse, las actualizaciones de helicópteros y radares se volverían más complicadas y los futuros planes de aviones de combate enfrentarían una capa adicional de incertidumbre.

    Para un país que intenta modernizar sus fuerzas y mantener a raya a los grupos armados, eso es importante. Para los expatriados y los inversores extranjeros, la cuestión más importante es la previsibilidad. Colombia solía ser el socio estadounidense confiable y favorable a los negocios en un vecindario turbulento.

    Si esa reputación cambia hacia la imprevisibilidad y la confrontación ideológica, los costos se reflejarán no sólo en los hangares militares, sino también en las salas de juntas, los informes de riesgo y, eventualmente, en los empleos y oportunidades que hicieron atractivo al país en primer lugar.