Cuba está perdiendo la carrera por traer de regreso a los viajeros. De enero a septiembre de 2025, la isla atrajo alrededor de 1,37 millones de visitantes extranjeros (aproximadamente un 20 por ciento menos que en el mismo período del año pasado), por lo que es poco probable que supere el ya débil total de 2,2 millones de 2024.
Para una economía que depende en gran medida de los servicios y necesita divisas fuertes, ese déficit afecta. La imagen en el suelo explica por qué. Los cortes de energía afectan a las ciudades, el combustible escasea y los productos básicos pueden ser impredecibles.
Los centros turísticos suelen mantener las luces encendidas con generadores, pero fuera de esas zonas la tensión es visible: en el transporte, los restaurantes y los pequeños proveedores que convierten unas vacaciones en un cheque de pago para toda la economía.
Canadá todavía proporciona poco más del 40 por ciento de las llegadas, pero incluso ese flujo se ha reducido. Los viajes desde Estados Unidos son más suaves y el turismo ruso se ha reducido en más de un tercio.
Un punto positivo es Argentina, donde una moneda más fuerte ha impulsado los viajes al exterior. Las aerolíneas y los operadores turísticos ven las mismas señales y son cautelosos con la capacidad.
Los turistas que desaparecen en Cuba y el sistema que los mantiene alejados. (Foto reproducción de Internet) La historia detrás de la historia es la política. Las restricciones estadounidenses de décadas de antigüedad complican la banca y los pagos, pero el obstáculo más profundo de Cuba es interno: un modelo que prioriza al Estado que invierte insuficientemente en infraestructura, envía señales contradictorias a la empresa privada y deja muy poco espacio para que la competencia mejore los estándares.
La caída del turismo en Cuba expone una tensión económica más profunda En 2024, la economía se contrajo un 1,1 por ciento (su segunda contracción anual), lo que subraya lo frágil que se ha vuelto el sistema.
Cuando las reglas son claras, se respetan los derechos de propiedad y las pequeñas empresas pueden escalar, el turismo tiende a traducirse en mejores carreteras, más vuelos, suministros más estables y mayores ingresos familiares. Donde dominan el control central y el racionamiento, esas ondas se desvanecen.
Por qué esto es importante para los extranjeros: menos visitantes significan presupuestos gubernamentales más ajustados, más presión sobre las importaciones y mayores incentivos para que la gente se vaya.
Los viajeros pueden enfrentar redes de rutas más estrechas y tarifas más altas; Las empresas que pesan sobre Cuba verán un mayor riesgo operativo y un servicio desigual.
El camino hacia una temporada más saludable no es misterioso: energía confiable, reglas predecibles y espacio para que los empresarios y el capital externo puedan construir.
Las playas y la cultura de Cuba son activos duraderos. La pregunta es si el sistema que los rodea finalmente permitirá que esos activos funcionen para toda la isla.