Eduardo Chibas | archivofamiliarEduardo Chibás nació en Cuba (1945). Junto a su familia se exilió en Estados Unidos en 1960. En 1971 se instaló en Venezuela, donde además de una actividad profesional y empresarial, se dirigió orquestas, grabó obras de compositores como Wagner y Bruckner, se destacó como productor musical y fue uno de los creadores de la Asociación Wagner de Venezuela.
Por KARL KRISPIN
Hice amistad con Eduardo Chibás hace un poco más de diez años cuando fui incorporado a la junta directiva del Centro Venezolano Americano de la cual Eduardo era miembro. Sabía de quién se trataba y de sus aportes a la música académica por la fundación de la Asociación Wagner de Venezuela y la dirección de diversas orquestas que había realizado sin haber cursado estudios formales en ese sentido. Lo llamaba el Gilbert Kaplan venezolano, ya que este agente de Wall Street se había obsesionado con la sinfonía No. 2 resurrección de Gustav Mahler que se dirigió en sus giras mundiales. Kaplan hasta adquirió la partitura original de la pieza mahleriana y la cabaña donde el compositor había compuesto su obra. De hecho, Kaplan estuvo en Caracas dirigiendo la sinfonía apropiada en un concierto memorable donde los versos de Klopstock resonaron con la voz de Gisela Hollander en el teatro Teresa Carreño. Llamar a Eduardo así, como muchos otros lo hacían, resultaba a todas las luces incompleto y escaso porque Eduardo Chibás superó con creces a Gilbert Kaplan, comenzando por el repertorio que dirigía que incluía a Mozart, Beethoven, Bruckner Schubert y Wagner. Cuando el director Domingo García Hindoyan vino en 2016 para dirigir la octava de Bruckner en la sede del Sistema, Eduardo y yo nos encontramos y estuvimos hablando de música y directores en el intermedio. Quedamos en que lo visitaría esa semana en su casa. Llegué el día convenido a las 4:00 pm y conversamos sin parar durante cuatro horas. Esto lo cuento por dos cosas: cuando recordamos a alguien que ya no está coleccionamos los instantes célebres con esa persona y, en segundo lugar, porque ello habla del carácter apasionado de Eduardo por la conversación de altura, en la que el tiempo nunca se nota. A partir de 2016 comencé ininterrumpidamente a asistir a las reuniones quincenales sabatinas de la Asociación Wagner interrumpidas por dos catástrofes: la pandemia (en que se hicieron virtuales) y la muerte de Eduardo en 2023.
¿De dónde venía Eduardo Chibás?
Eduardo Chibás nació en Cuba en 1945 y vivió en ese país hasta 1960 cuando su familia se vio forzada a vivir en el exilio, primero en Nueva York y después en Venezuela. Eduardo era hijo de Raúl Chibás y sobrino de Eduardo Chibás, figuras prominentes de la política cubana. Su tío Eduardo había fundado el Partido Ortodoxo y había saltado a la fama a raíz de un suceso lamentable: su suicidio en medio de un programa de radio. A la muerte de “Eddy”, Raúl se sintió presionado para continuar enarbolando la bandera política de su hermano. Raúl era un educador graduado en Columbia y dueño de un colegio privado, el Academia Militar de La Habanapero se separó de sus actividades profesionales para apoyar la revolución cubana en la Sierra Maestra a partir de 1957. Tiene un diario de la sierra que permanece inédito y que ojalá algún día pueda publicarse. Allí queda muy claro que puso su vida sobre la mesa jugándose el pellejo en busca de la democracia en la isla. Fue el tesorero de la Revolución Cubana, ministro del gobierno revolucionario, jefe de los ferrocarriles y alcalde del Ejército revolucionario en 1960 cuando desertó a los Estados Unidos, desilusionado por la traición a los ideales revolucionarios y el carácter autoritario y personalista por el que había optado por su compañero de luchas, Fidel Castro, abandonando todo atrás y perdiendo cuanto tenía. La familia se inició en Nueva York y tanto Eduardo como su hermana Gloria pudieron estudiar becados en un colegio privado gracias a sus buenas notas y destrezas. Sus grandes intereses culturales: la música y el mundo griego se potenciaron en esa época. La madre de Eduardo, María Rosa Rovira, era una entusiasta de la música académica. Una de sus profesoras en el colegio neoyorquino se dedicó a darle clases particulares gratuitas sobre Grecia, de modo que lo familiarizó con los grandes trágicos como Sófocles, Esquilo y Eurípides. Eduardo Chibás estudió matemáticas en la universidad de Columbia de la que salió para trabajar en Venezuela en Procter & Gamble hacia 1971 donde se había establecido su madre junto a su segundo esposo. Eduardo fue un exitoso gerente y publicista que terminó fundando una avezada firma publicitaria, pero no era el Libro negro de Cincinnati lo que buscaba en su vida como realización sino la música y la dirección musical a la que se terminó dedicando para darle la orientación de una ética heroica que se planteó en su vida.
En la formación y representación de lo que fue Eduardo Chibás se dio un fenómeno parecido a lo que sucedió con los propios valores del pueblo alemán en cuanto a buscar una orientación en el mundo griego. Escribe sobre ello Chibás:
“No es coincidencia que Beethoven fuese un amante de las obras de Homero siendo La odisea su favorita. Tampoco es coincidencia que Wagner aprendió griego de niño y tradujo un libro de La odisea al alemán. También era admirador de la obra de Esquilo y cita al dramaturgo griego como su inspiración de su idea sobre la obra de arte total. Su biblioteca en Bayreuth contiene prácticamente todo el canon de la obra escrita griega. Hay un patrón que emerge de lo que estas personas tienen en común” (1).
Con Furtwängler y Wagner nos hemos topado
Una de sus referencias musicales en los años germinales de Nueva York fue la colección de discos de las nueve sinfonías de Beethoven dirigidas por Bruno Walter. Walter tuvo que abandonar Alemania por causa del nazismo y se desarrolló en Los Ángeles junto a una pléyade de intelectuales, músicos, escritores y filósofos alemanes que encontraron en California una tierra prometida. Uno de sus grandes amigos fue Thomas Mann. De Mann se decía que su conocimiento musical era notable lo mismo que el conocimiento literario de Walter. Walter constituyó un patrón musical para Eduardo Chibás hasta que cayó en sus manos una versión de la sinfonía No. 5 de Beethoven dirigida por Wilhelm Furtwängler. Furtwängler había permanecido en Alemania durante el nazismo y por eso fue objeto de acusación. Dirigía simultáneamente las orquestas filarmónicas de Berlín y de Viena y, a pesar de haber participado en actos políticos a favor del régimen nazi, nunca fue miembro del partido. Su defensa de la música como hecho trascendente a la política, su necesidad de preservación de los altos valores de la música alemana, y su protección a los músicos judíos, lo salvaron de la vindicta pública luego del fin de la guerra a pesar de haber sido sometido a un proceso de desnazificación. No en balde Wilhelm Furtwängler dirigió una carta al ministro Goebbels abogando por los músicos judíos donde expuso que: “Solo reconozco una línea divisoria: entre el buen arte y el mal arte. Actualmente, la división se establece entre judíos y no judíos… mientras que la separación entre buena y mala música se descuida… La cuestión de la calidad de la música es… una cuestión de vida o muerte” (2). Estos elementos de defensa de la cultura junto a la portentosa interpretación y dirección musical de Furtwängler hicieron que Eduardo Chibás lo escogiera como modelo icónico de director. El padre de Furtwängler, Adolf, fue un famosísimo arqueólogo, crítico, profesor e historiador del arte, especialista en arte micénico.
Furtwängler lo condujo inevitablemente a Wagner ya su concepto del arte total. Chibás en la universidad de Columbia tenía un programa dedicado a Furtwängler en la radio universitaria. Allí comenzó el proceso de auto enseñanza de Chibás para leer un pentagrama, estudiar música, o reconocer lo que querían expresar los grandes músicos en sus obras y si eso debía respetarse como tal. Pronto se dio cuenta de que el purismo no funciona con la música, que la interpretación traduce al compositor más allá de sus notas asentadas, y que el inmovilismo o la literalidad que supone la fidelidad a la partitura nos anula y restringe al intérprete a un mero repetidor. De allí que el intérprete también se convertirá en un creador al ofrecer su versión. De modo que, siguiendo las reflexiones de Richard Wagner, llega al convencimiento de que “le fue dado seguir mi propio sentimiento en la interpretación de la cantinela mozartiana” (3). En ese sentido Wagner entiende la dirección orquestal ligada a una comprensión profunda del ritmo, la dinámica y la intención musical ligada a lo que el director agrega de su propia percepción de la obra sobre la base de su conocimiento de esta. Respecto al tempo Wagner pensaba que muchos directores se equivocaban al tratar de dar con él ya que no sabían cantar (4). Estas nociones wagnerianas de dirección, llevadas a cabo en la práctica por Chibás, suponían que “La idea francesa de tocar un instrumento bien es poder cantar bien sobre él. Y como ya se dijo, esa magnífica orquesta interpretó la sinfonía. La posibilidad de que se cante bien implica que se ha encontrado el verdadero tempo”. Y que “la adecuada comprensión de la melodía es la única guía para el tempo preciso (5).
La Asociación Wagner de Venezuela.
En 1993 Eduardo Chibás toma junto a René Scull y Giuseppe Tulli, entre otros, una de las decisiones más importantes de su vida: fundar la Asociación Wagner de Venezuela. Rene Scull, que había vivido en Hong Kong y participó en la asociación Wagner de esa ciudad, llegó entusiasmado a Caracas con la idea de reproducir la idea en Venezuela. Curiosamente, el número de asociaciones Wagner en el mundo supera a lo que podrían ser asociaciones o sociedades Beethoven o Mozart en el mundo. La Asociación Internacional Wagner agrupa un número de unas 150 asociaciones en todo el mundo y estima aglutinar unos 26 mil miembros. No se trata de privilegiar grupos sobre otros dada la importancia de instituciones como la Beethoven Haus de Bonn o la Beethoven Society of America, pero las organizaciones centradas alrededor de Wagner tienen redes más estructuradas entre sí. No se piense que la Asociación Wagner de Venezuela se dedique exclusivamente a su inspirador. Richard Wagner es el motor para la discusión de la música y la cultura en general. Desde su fundación hasta su muerte Eduardo Chibás presidió la Asociación Wagner de Venezuela y se ha convertido en el espacio no sólo para la “divulgación y cultivo de la obra wagneriana” sino en la realización de eventos y conferencias de todo índole relacionados con la música, el arte y la literatura. Téngase en cuenta que cuando Wagner se refirió a la Obra de artela obra de arte total, quería implicar que los caminos de la creación se encuentran alrededor de la cultura y la civilización. Richard Wagner no sólo fue compositor, sino escritor de sus propias óperas, ensayista, actor y director de teatro, de modo que comprendía muy bien cómo se relacionaban las diversas disciplinas artísticas entre sí y de allí esto se agregaba a que esa juntura favoreciera la defensa de los altos valores de la civilización. Por esta razón se explica la mirada múltiple y auspiciadora que la Asociación de Wagner de Venezuela ha promovido habitada cuenta de su naturaleza totalizadora.
En los últimos diez años en que asistí a sus eventos se han producido conferencias, además de sobre Wagner, sobre Beethoven, Anton Bruckner, Schubert, Richard Strauss, Kant, Schopenhauer, arte griego, Stefan Zweig y hasta sobre el cine artístico y de autor. El mismo año de su fundación la AWV produjo la ópera Lohengrin y en 1998 con la colaboración del Festival de Bayreuth y su director, Wolfgang Wagner, nieto del compositor, consiguió con la participación de la Asociación Venezolana de Conciertos y Salvador Itriago, montar. La valquiría. En un principio la idea había sido la producción de la tetralogía completa de El anillo del nibelungopero cuestiones de índole práctica incidieron para comenzar con La valquiría. Ese camino trazado se propuso y alcanzó a tra er a nuestro país artistas de la talla de Daniel Barenboim, la West-Eastern Divan Orchestra, la Camerata de Salzburgo, Claudio Abbado junto a la Gustav Mahler Jugendorchester, Deborah Voigt, Stefan Mikisch, la Berliner Symphoniker y, recientemente, la soprano búlgara Sonya Yoncheva.
El director de orquesta
En 1992 sucedió uno de esos azares que terminaron elaborando el destino. Eduardo Chibás fue invitado a una reunión con los miembros de la junta directiva de la Orquesta Sinfónica Venezuela. Los directivos habían invitado al hombre de empresa a hablar sobre publicidad y mercadeo, pero Eduardo Chibás terminó hablando de música que era sobre lo que le interesaba hablar y en un momento de la reunión, Eduardo Marturet sugirió la posibilidad de que Chibás dirigiera la OSV a lo que el contesto sugerido: “Pónganle fecha”. Ese “pónganle fecha” cambió su vida ya que promovería su dedicación a la dirección orquestal de una manera decidida. Chibás no se restringió a satisfacer una vieja aspiración de diletante de convertirse en director porque lo llevó a cabo como un profesional, independientemente de que no hubiera contado con una titularidad académica. Su bautizo musical con la OSV lo hizo dirigiendo la apertura de Los maestros cantores de Núremberg de Wagner. En 1996 se atreve a más y dirige la Heroica cuya versión es celebrada por el maestro Sándor Vegh, director de la Camerata Musical de Salzburgo, que Chibás dirigiría en Caracas en 2001 con la séptima de Beethoven y su Concierto de violín con Alexander Janiczek como solista. Sándor Végh dijo de su interpretación que se trataba de “una representación atractiva y atmosférica, que demuestra su relación muy estrecha con Beethoven y su mensaje especial”. En 2004 dirige la séptima de Bruckner tanto con la OSV como con la Orquesta Sinfónica de Carabobo. En el caso de la OSV se trataba de la primera vez que interpretaba la pieza de Bruckner. Al año siguiente en 2005 dirigió el estreno musical en Venezuela de la Octava de Bruckner. Chibás no sólo se dirigió en Venezuela, lo hizo en Portugal y en la propia Alemania. Para ilustrar el camino que siguió hay que agregar el tema de sus grabaciones que incluyen las nueve sinfonías de Ludwig van Beethoven tanto con la Orquesta Sinfónica Venezuela como con la Orquesta Sinfónica de Carabobo, al igual que sus cinco conciertos para piano y orquesta en 2005 actuando como solista el pianista brasileño Luiz de Moura Castro. Igualmente, su discografía incluye las sinfonías 7, 8 y 9 de Bruckner (6), la sinfonía 9 de Schubert y la Marcha del funeral de Sigfrido de Wagner (7). Su actividad en pro de la difusión de la música y sus grandes valores lo llevó a la remasterización de las más celebradas interpretaciones de Wilhelm Furtwängler. Para justificar estas remasterizaciones sobre Furtwängler, Beethoven y su propia búsqueda de la interpretación final, Chibás escribió esto: “También me interesaba obtener el mejor sonido en CD. Novena de 1942 era mi santo grial. Compré más de 20 versiones, para decepcionarme una y otra vez. Eventualmente, me di cuenta de que podía hacer algo mejor que esas, especialmente ya que adquiría cierta maestría en un programa de edición al editar mis propias grabaciones. Comencé a trabajar en esa Novena de manera obsesiva durante semanas, hasta que sentí que tenía una versión que, a mi gusto, era mejor que todas las demás. Entonces, a partir de ahí, empecé a trabajar en mis grabaciones favoritas de la época de guerra. Furtwanglersound.com es un resultado de eso”. Chibás sostenía y creía en un registro sobre cómo debía sonar o sonaba una orquesta. Aparándose en el influjo que ejercía el mundo griego en él, hizo una división muy personal de tres célebres directores de acuerdo con las categorías acordadas del arte griego en arcaico, clásico o helenístico (épico, trágico y decadente) en las cuales ubicaba a tres directores del siglo XX como Arturo. Toscanini, Wilhelm Furtwängler y Herbert von Karajan, exactamente en esas tres órdenes creía junto a su amigo Daniel Barenboim en lo que llamaba el sonido sostenido de una orquesta que es el que esa orquesta va desarrollar de la batuta de un gran director hasta convertirse en el sello indiscutible de su personalidad. La última vez que dirigió fue el 22 de noviembre de 2018 junto a la Orquesta Sinfónica Venezuela interpretando la sinfonía 39 de Mozart y en. 2020 grabó veinte charlas sobre su visión de Beethoven.
Sus grabaciones, remasterizaciones y clases digitales fueron muy celebradas dentro y fuera de Venezuela además de reseñadas por las revistas especializadas como Music Web International. Merece destacarse lo que escribe sobre él en 2022 el musicólogo Marc Medwin (quien lo llama director, educador y filósofo) comentando sus conversaciones sobre Beethoven: “Su voz es sin duda la de un comunicador. Elige cada palabra con cuidado, con frases separadas por las pausas contemplativas de un maestro nato en busca de la metáfora más aplicable, y hay muchas en su léxico. Sus intereses abarcan desde la filosofía hasta la literatura y el cine, mientras describe su mente como matemática, una verdad parcial pero demasiado limitante. (…) Podría ser que este sentido de equilibrio en el proceso de convertirse sea el que impregna toda la obra de Chibás en el universo de Beethoven y más allá, desde el micro-gesto aparentemente trivial hasta las vastas formas que anticipa y apoya. ríe Chibás «¿Cómo sería el mundo sin conflictos?» (8).
El conflicto y la ética heroica
Eduardo Chibás creyó en la representación artística como el espacio temporal para la representación de la tragedia. La tragedia en el sentido griego buscaba la representación normalmente mitológica en la que se cruzaban los caminos del héroe y de los dioses, que exigía una puesta en escena con la purificación espiritual alentada por la catarsis que experimentaba el público que conduce a la reivindicación de la ética. Ese era el propósito que abrazó a Eduardo Chibás en su solicitud y búsqueda del arte cuando concluía que el arte debía superar la estética y establecer una relación con la ética. En la ejecución musical una obra no podía quedarse con una representación técnica, con lo exclusivamente satisfactoria. Esa técnica tenía que combinarse con el alma, con el corazón, y principalmente con los valores. Un director de orquesta carecía de toda importancia si no incorporaba sus valores frente a la partitura que re-creaba de alguna forma. Y en esa recreación está el conflicto porque se pelea por lo que se cree, independientemente de la recompensa implícita en ese conflicto. Su tesis era que las épocas de conflicto eran las épocas de la tragedia, conflicto que desata la creatividad. Recurramos a sus propias palabras para una de sus muchas presentaciones que dio durante años en la Asociación Wagner de Venezuela:
“… el período trágico es muy productivo en arte, creándose las mejores obras de cada ciclo. Los más grandes artistas como Leonardo y Miguel Ángel, Shakespeare y Cervantes, Beethoven y Wagner, entre otros, fueron grandes porque tenían algo importante que decir y porque tenían el apoyo de los grandes valores de Occidente para articular sus ideas. Las más grandes obras se fundamentan en esos valores. Eso es de lo que hablo cuando busco ética en el arte. No tiene nada que ver con la moral personal de los artistas. Sí tiene que ver con el apego de esos artistas con los valores de nuestra civilización. Para mí es inconcebible pensar en Beethoven sin esos valores. Fue lo que le dio fuerza para seguir adelante en su misión de expresar todo ese coraje y esa nobleza que caracteriza su música. Sin esos valores, Beethoven no había sido nada. no hay sentido para la creación” (9)
También logra Eduardo Chibás enfocarse para justificar la naturaleza positiva del conflicto que nuestra creatividad viene del choque entre los opuestos, tomando los valores desarrollados por Friedrich Nietzsche, cuando el individuo se enfrenta con la sociedad haciendo gala de una tensión dionisíaca irracional enfrentada a los valores apolíneos de la racionalidad. Esa tensión hace nacer y explica nuestra creatividad occidental (10).
Me resisto a pensar que puede trazarse una línea divisoria entre directores aficionados o profesionales. Las dos palabras legitiman la posibilidad de un equívoco. Eduardo Chibás era mucho mejor director que muchos profesionales que escuchó ya cuyas interpretaciones no le consiguieron emoción y post-emoción algunas. No abundan los grandes directores acompañados con el sentido de alcanzar cuotas elevadas del espíritu y los valores, al igual que escasean los verdaderos interpretas artísticos del tiempo que les toca vivir. Más que aficionado, Eduardo fue un convencido por la necesidad de que el arte ocupara el lugar más importante en la creación humana. Su vocación de perseguir el arte rescindió la “profesionalidad” cotidiana para la que se entrenó ya la que dejó muy atrás. Hoy lo recordamos como al artista insobornable y honesto que fue, quien nunca antepuso interés distinto al arte mismo ya la pureza y mismidad de sus contenidos. Sus valores pedagógicos lo invitaron a compartir su conocimiento y ese ejercicio de correspondencia lo hizo todavía un hombre más libre de lo que era. Cada quince días, los sábados a las 10:00 am. Teníamos cita en la Asociación Wagner de Venezuela. Allí pudimos escucharlo o de los distintos invitados una disertación sobre la Sonata Hammerklavier de Beethoven, el viaje de Schliemann a Micenas, fuerte apache de John Ford, el héroe según Campbell o el análisis puntilloso de La valquiría cantada por Tomlinson. Así como hay fanáticos de la playa o las bicicletas montañeras, nosotros lo éramos de esas únicas, maravillosas y nostálgicas reuniones ya idas para siempre. Y allí estaba Eduardo Chibás, en el centro del debate, en la sinergia del conflicto, con un intercambio persistente que permanecerá siempre en quienes compartimos ese coloquio interminable con él.
Notas
1 Chibás, Eduardo. “Lo que admiro del ser alemán”, en Herencias y parentelas: el viaje de lo alemán en Venezuela. Asociación Cultural Humboldt 1949-2019. Karl Krispin, compilador. Asociación Cultural Humboldt. Caracas, 2019, pág. 21.
2 https://holocaustmusic.ort.org/politics-and-propaganda/third-reich/furtwangler-wilhelm/
3 Wagner, Ricardo. Sobre la dirección. Dover Publications INC, Nueva York 1989, pág. 15
4 Ibídem, pág. 9.
5 Ibídem, pág. 8.
6 La revista Fanfare describió así su dirección de Bruckner: “Chibás entiende que Bruckner requiere contrastes de movimiento a movimiento y dentro de los movimientos, por lo que, cuando es apropiado, hace que sus músicos sean juguetones, etéreos, solemnes, enérgicos, emocionados o calmados. Los contrastes siempre tienen sentido y hacen que estas largas declaraciones mantengan la atención de uno de principio a fin”. https://eduardochibas.com/Data/testimonies/Fanfare_english.pdf
7 https://eduardochibas.com/discografía/
8 https://www.musicweb-international.com/classrev/2022/Jun/Chibas-interview.htm
9 Chibás, Eduardo. “La ética en el arte”. Archivo Eduardo Chibás, Caracas.
10 Chibás. “Lo que admiro del ser alemán”, p. 24.