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Tuesday, December 23, 2025
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    De la Comisión pessoana al Instituto Portugués de Cultura

    FERNANDO PESSOA (1888-1935), ARCHIVO”La obra de Pessoa ya era conocida en los círculos literarios fuera de Portugal, pero mucho de su trabajo seguía inédito. Aunque algunos poemas del autor circularon en revistas españolas incluso antes de su muerte, solo en 1957 se publicó en Madrid el primer libro en castellano, traducido por Ángel Crespo: Poemas de Alberto Caeiro, uno de sus heterónimos (Ediciones Rialp)”

    Por ANDREA IMAGINARIO

    Sucedió que en 1985 un grupo de inmigrantes portugueses adquirió el compromiso de divulgar las letras y las artes de su país en Venezuela. Aquel grupo tenía la percepción de que la sociedad venezolana conocía poco sobre los aportes de Portugal en el campo cultural, en parte porque la imagen del país estaba muy asociada al rostro de la inmigración de los años cuarenta y cincuenta, mayormente humilde y de escolarización incompleta (i). El contexto de los ochenta, sin embargo, presentaba más de una condición propicia para hacer algo al respecto. En cuanto a Venezuela, los portugueses ya estaban integrados, y no solo en el comercio, sino en los círculos profesionales, académicos y artísticos. En cuanto a Portugal, la consolidación de la democracia tras la Revolución de los Claveles supuso el fin de su aislamiento internacional, y conllevó a la firma del Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea el 12 de junio de 1985. Y en cuanto a la literatura, como broche de oro, en ese mismo año se conmemoraba el cincuentenario de la desaparición física del poeta Fernando Pessoa. ¡Vaya reunión de oportunidades!

    La obra de Pessoa ya era conocida en los círculos literarios fuera de Portugal, pero mucho de su trabajo seguía inédito. Aunque algunos poemas del autor circularon en revistas españolas incluso antes de su muerte, solo en 1957 se publicaron en Madrid el primer libro en castellano, traducido por Ángel Crespo: Poemas de Alberto Caeirouno de sus heterónimos (Ediciones Rialp) (ii). La primera antología hispanoamericana se hizo en Argentina bajo el título. Pessoa: Poemascon traducción de Rodolfo Alonso (Fabril Editora, 1961) (iii). No obstante, Ana Lucía de Bastos sostiene que la antología más influyente en la región fue El desconocido de sí mismo: Fernando Pessoacon traducción y prólogo de Octavio Paz (Universidad Autónoma de México, 1962) (iv). Ambas ediciones abarcan los poemas del ortónimo Fernando Pessoa y de los heterónimos principales: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Aunque luego aparecieron otras traducciones, Teódulo López Meléndez llegó a afirmar en 1985 que aún era poco lo que el mundo hispano conoció: «El famoso baúl de los [textos] inéditos ha estado siendo despoblado lentamente y en lengua portuguesa muchísimas cosas han aparecido. En español no, idioma en el cual sigue siendo un semi-desconocido» (v).

    Se crea la Comisión 50º Aniversario de la Muerte de Fernando Pessoa

    Aquella curiosidad por un autor ya querido, pero con mucho por descubrir, se aprovechó para una de las iniciativas más sugestivas del asociacionismo migrante en favor de la literatura y la cultura lusas en Venezuela. Se creó la Comisión 50º Aniversario de la Muerte de Fernando Pessoa en el último trimestre de aquel 1985. Entre otros, estaba conformada originalmente por Daniel Morais, su líder principal; João da Costa Lopes, publicista y articulista; Rui de Carvalho, psiquiatra y poeta; Dorindo Carvalho, artista plástico y diseñador gráfico; Sergio Alves Moreira, el querido «librero» de Caracas; José Antonio Pires, ingeniero informático y comerciante, y Clement (Álvaro Clemente), el «sastre de los presidentes». También los acompañaban los escritores Joaquín Marta Sosa y Miguel Gomes.

    Resuelta a trabajar mano a mano con la intelectualidad venezolana, esta comisión forjó, en aquel primer impulso, relaciones de cooperación con reconocidas figuras como Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, Juan Sánchez Peláez, Alexis Márquez Rodríguez, Jesús Sanoja Hernández y Manuel Bermúdez. Montejo y Cadenas, en particular, habían destacado ya como ávidos lectores de Pessoa. Ana Lucía de Bastos ha llegado a referirse a ellos como «precursores de este sistema textual pessoano en la literatura venezolana y, como cuentos… intermediarios» (vi).

    La Comisión organizando un año jubilar. Incluye conferencias, conciertos, recitales de poesía y otras actividades. La actividad de mayor impacto fue la convocatoria al I Concurso Fernando Pessoa en las categorías de ensayo literario y periodismo cultural. Para esta última, los candidatos debían publicar sus trabajos en medios impresos nacionales. Como se puede intuir, la estrategia garantizó que la vida y obra de Pessoa conquistara un importante centimetraje en la prensa durante varios meses. Incluso los organizadores y aliados se sumaron al debate literario sin otro propósito que dar a conocer al poeta y animar la participación. Eso hicieron, por ejemplo, João da Costa Lopes, miembro de la Comisióny Eugenio Montejo, jurado de la categoría literaria. Entre otros autores que dedicaron valiosos artículos, concursantes o no, se cuentan Antonio López Ortega, Patricia Guzmán, Joaquín Marta Sosa, Salvador Tenreiro, Santos López, Reynaldo Pérez-So, Alejandro Salas, Pedro Alzuru, Pedro Galán Vázquez y Francisco Rivera. En los diarios se difundieron también poemas, cuentos y aforismos de Pessoa. Del concurso resultaron ganadores Teódulo López Meléndez —ensayo literario— y Milagros Mata Gil —periodismo cultural— del diario Antorcha de Anzoátegui.

    Al éxito de aquella campaña, se sumaba la proximidad del primer centenario del natalicio de Pessoa en 1988. Despedirse no era una alternativa para la Comisión. Por el contrario, Pessoa se había revelado como un puente fascinante entre los inmigrantes portugueses y la sociedad venezolana, y el ritmo del intercambio no podía ser desaprovechado. Año tras año se añadió un nuevo tramo al camino gracias a la programación de eventos periódicos. Así las cosas, José Saramago fue el invitado de honor en 1988, luego de la notoriedad que le brindara su novela. El año de la muerte de Ricardo Reis. (1984).

    El paso de la Comisión al IPC

    Una vez cerrado el ciclo de las conmemoraciones, la comisión entendió que le correspondía la misión de divulgar la cultura portuguesa en Venezuela más allá de Pessoa. No había otra asociación lusa semejante, y en el entendimiento de sus miembros persistía la necesidad de fortalecer el encuentro intercultural. Sin pausa en sus actividades, la comisión dio el paso definitivo el 1 de noviembre de 1990, cuando se legalizó como una fundación sin fines de lucro llamada Instituto Portugués de Cultura. He aquí un punto importante: los «ipecistas» cuentan su existencia desde 1985 y no desde la legalización, y por eso dicen celebrar hoy cuarenta años en vez de treinta y cinco. Lo perciben así porque hubo continuidad en tres sentidos: continuidad temporal —actividad ininterrumpida desde 1985—, continuidad en el tipo de acción cultural —integración lusovenezolana— y continuidad comunitaria. Esto último significa que su núcleo principal se mantuvo más o menos estable. Sus presidentes, de hecho, han sido pocos y, excepto por el actual, Fernando Campos Topa (nombrado en 2018), todos formaron parte de la comisión: Daniel Morais (1985-2007), José Antonio Pires (2007-2009) y João da Costa Lopes (2009-2017).

    Desde aquellos tiempos remotos hasta hoy, el instituto ha tenido una programación constante y rica, siempre más intensa en torno a las efemérides portuguesas. Para esas ocasiones el IPC ha traído figuras laureadas como Cardoso Pires, Urbano Tavares, Lídia Jorge, Arnaldo Saraiva, Helena Marques y José Luis Peixoto. También ha invitado a prestigiosos intelectuales venezolanos, como Arturo Uslar Pietri y José Balza. Y esto fue aún más frecuente en la música. Algunos ejemplos son Isabel Palacios y la Camerata de Caracas, Aquiles Báez y el Orfeón Universitario de la UCV, entonces dirigido por Raúl Delgado Estévez. Ha apoyado exposiciones de artistas como Tina Nunes (o Núñez, en su versión hispanizada), Dorindo Carvalho y Efraín Vivas. Asimismo, ha organizado ciclos cinematográficos, quizás la labor más difícil.

    Frente a esta diversidad de intereses, no podemos negar que la literatura ha sido la gran convocante de la sociedad venezolana. Eso explica que en 2007 volviera a organizar un concurso de periodismo cultural sobre literatura portuguesa, enmarcado en el cincuentenario del Centro Portugués de Caracas (fundado en 1958). El premio lo mereció Nelson Rivera con un artículo sobre el escritor Vergílio Ferreira, publicado el 17 de mayo de 2008 en el Papel Literario. Ello explica también que el IPC procurará extender su labor al campo editorial por diversos mecanismos, que han ido desde publicaciones propias hasta la colaboración con editoriales venezolanas como Madera Fina, Estival o Bid. & Co. Si bien sus títulos propios no son muchos, ha habido frutos meritorios. Por ejemplo, la reedición de Historia de los portugueses en Venezuela.de Miguel Acosta Saignes, y la publicación de Poesía portuguesa: antologíaseleccionada y traducida por João da Costa Lopes, con el patrocinio de la Central Madeirense. Tiempo más tarde el IPC sumó su respaldo a la línea de investigación sobre historia de la música portuguesa emprendida por Jesús Ignacio Pérez Perazzo desde los setenta. Recientemente hizo lo propio con una investigación de Sergio Correia Branco sobre instrumentos musicales portugueses.

    El instituto tiene las limitaciones características de una asociación nacida del trabajo voluntario de sus miembros. No es una empresa ni tampoco un organismo estatal, aunque a la larga ha coadyuvado con las relaciones diplomáticas lusovenezolanas. Desde esa perspectiva, el recorrido acrecienta su valor. La visión de sus fundadores, tan amantes de Portugal como de Venezuela, permitió formar y alimentar una red de cooperación mutua con instituciones públicas y privadas portuguesas y venezolanas a lo largo de su historia: la Embajada de Portugal, el Instituto Camões, las numerosas asociaciones lusas de Venezuela —especialmente el Centro Portugués—, el Ateneo de Caracas, la Escuela de Letras de la UCV, la Cinemateca Nacional, la Academia Nacional de la Historia, la Universidad Santa María, la Fundación Cultural Chacao y la Asociación. Venezolana de Escritores, por solo nombrar algunas[i]. De toda esa red, una de las relaciones más significativas ha sido la que mantiene con el Departamento de Portugués de la Escuela de Idiomas Modernos de la UCV desde la creación de este en 1994.

    Hoy el IPC sigue defendiendo sus propósitos en medio de las complejas condiciones del contexto nacional. Y todo lo sigue haciendo bajo la inspiración de aquellas palabras de Pessoa que siempre recuerdan: «Todo vale la pena / Si el alma no es pequeña». Tras cuarenta años de labor ininterrumpida, solo resta decir: ¡Parabéns! NOTA: Este artículo se desprende de un estudio doctoral que desarrollo en la Universidad Autónoma de Lisboa, titulado Historia y representación de la cultura portuguesa en Venezuela..

    [i] Antonio de Abreu Javier: Con Portugal en la maleta. Caracas: Alfa, pág. 220.

    i IPC: Quem somos. Portugal: boletín informativo de artes y letras [blog]. Recuperado el 11 de octubre de 2025. https://institutoportuguesdecultura.blogspot.com/

    II Fernando Pessoa. Diccionario Histórico de la Traducción en España (DHTE). Recuperado el 11 de octubre de 2025. https://phte.upf.edu/dhte/portugues/pessoa-fernando/

    iii María Soledad Pereira: De cómo desembarcó Pessoa en la Argentina. hablar de poesia. Recuperado el 13 de octubre de 2025. https://hablardepoesia.com.ar/2019/05/19/de-como-desembarco-fernando-pessoa-en-la-argentina/

    iv De Bastos, Ana Lucía: Dos poetas venezolanos lectores de Pessoa: Rafael Cadenas y Eugenio Montejo, en Almei da, O.; Medeiros, P. de; Pizarro, J. (ed.): Pessoa Plural – Revista de estudios de Fernando Pessoa2012, nº 1, Primavera, p. 188.

    contra Teódulo López Meléndez: Fernando Pessoa, el hombre. criticarte. Noviembre de 1985.

    vi De Bastos: op. cit., pag. 208.

    vii Antonio de Abreu Javier: Con Portugal en la maleta. Caracas: Alfa, pág. 220.