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Wednesday, December 24, 2025
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    Presidente Betancourt: partidario de que la coalición continúe y se amplíe

    RÓMULO BETANCOURT, ARCHIVO DE FOTOGRAFÍA URBANAEntrevista publicada el 21 de febrero de 1963, Rómulo Betancourt era entonces el presidente de la República en ejercicio

    Por MIGUEL OTERO SILVA

    ¡Betancourt es el político más capaz, más patriota, más valiente, más honrado y más progresista de toda nuestra historia!

    –¡Mentira! ¡Betancourt es un sectario, un pésimo administrador, un agente del imperialismo, un malvado, un hombre funesto para el país!

    –¡Falso! ¡El pueblo entero está a su lado, y el pueblo nunca se equivoca!

    –¡Patrañas! ¡El pueblo lo odia!

    –¡Para los campesinos es un ídolo!

    –¡Los estudiantes lo aborrecen!

    –¡Yo no reconozco a otro líder sino Betancourt!

    –¡Yo detesto a Betancourt!

    –¡Viva mil veces Betancourt!

    –¡Muera por siempre Betancourt!

    En ese contrapunteo hemos pasado más de un cuarto de siglo. Al poner manos a la obra de enjuiciar a Betancourt, los venezolanos no admitirán buenos oficios ni términos medios. Unos lo repudian con rencorosa acrimonia:

    –¡Betancourt es un bandido!

    Otros dan la vida, si llega el caso, en resguardo de su prestigio:

    –¡Betancourt es un gran hombre!

    Y si (a) algún espíritu cartesiano se le ocurriera aplicar en esta emergencia el método de la duda universal para enrumbarse por el viaducto del análisis:

    –Yo opino que Betancourt como político presenta sus aspectos positivos y sus aspectos negativos…

    Bueno. A ése lo linchan entre todos los demás. El periodista conoció a Rómulo Betancourt en los bancos de la escuela, allá por el año no sé cuántos. El profesor de gramática castellana, un caballero extravagante de apellido Montenegro, hizo esfuerzos inútiles por lograr que alguno de sus discípulos le hablara del superlativo.

    –Usted, Quintana. Quintana no lo sabía.

    –Usted, Valdivieso. Valdivieso tampoco lo sabía.

    –Usted, Juliac. Juliac miró hacia las vetustas vigas del techo. De improviso se levantaba Betancourt de su pupitre y se lanzaba a recitar de memoria y sin tornar aliento:

    –“Los aumentativos de más uso, y los que tienen más cabida en el estilo elevado, son los llama dos superlativos que generalmente terminan en ísimo, ísima; corno grandísimo (de grande), blanquísimo (de blanco), utilísimo (de útil)…”.

    El profesor Montenegro, que era un poquito chiflado, la verdad sea dicha, descendía de su tarima y se volcaba en estentóreos gritos de entusiasmo:

    –¡Pícalo, gallo! ¡Pícalo, gallo!

    Un rato más tarde, al concluir las clases, nos cruzábamos en el patio con pilares del viejo Liceo, las mismas preguntas que se cruzan los párvulos de todas las generaciones:

    –¿Qué piensas ser tú cuando crezcas?

    –Oye, ingeniero.

    –Yo capitán de buque.

    –Oye, torero.

    Betancourt (el periodista cree recordarlo no obstante cuanto ha llovido desde entonces, aunque también es posible que la imaginación haya puesto una migaja de su parte), Betancourt respondió:

    –Yo, Presidente de la República.

    Y apenas tenía doce años. Colmó sus precoces aspiraciones en 1958, elegido por el voto mayoritario del pueblo venezolano (ya las había satisfecho antes a medias, oa quintas, en 1945, por la vía no tan doctrinaria del golpe de Estado), y ahí lo tenemos en el solio presidencial. De acuerdo con la teoría de las probabilidades, no se le concedía ninguna de finalizar su período, sino todas de salir con las tablas en la cabeza, a semejanza del cien por ciento de los Presidentes emanados de consulta pública en el curso de nuestra historia. Los logros de los apostadores eran francamente adversos al cumplimiento de su mandato:

    –¡Voy dos cajas de whisky a que no llega al 61!

    –¡Quinientos bolívares contra cien a que no llega al 63! Llegó al 61 y llegó al 63. Justamente el día en que cumplía cuatro años de Gobierno Constitucional, se acercó el periodista a Miraflores en solicitud de este Foro. Y justamente fue ése el tema inicial de nuestra charla.

    –¿Cómo están las apuestas a que termino el período? –preguntó el Presidente.

    –A la par, Presidente, y no hay quien coja –respondió el periodista.

    Sonrió complacido el Presidente, aunque el periodista no se lo dijo con el ánimo de halagar lo, sino por elemental honestidad de jugador bien informado.

    –Al cumplir cuatro años de gobierno y hacer balance del trecho andado, ¿cuál le parece a usted el hecho más positivo o significativo de su gobierno?

    –Considero lo más significativo la circunstancia misma que habíamos comenzado a conversar medio en broma: que el gobierno constitucional haya durado cuatro años y no se especule ya en torno a cuánto va a prolongarse su vida, sino que existe una conciencia pública, a pesar de todas las dificultades y problemas, según la cual no solamente se terminará este período sino que también se iniciará constitucionalmente el próximo.

    –Y entre las realizaciones materiales, ¿cuál señalaría usted en el primer término?

    –Nuestro esfuerzo por la creación de un país transitable y habitable. Para dar un solo ejemplo señalaré las vías de comunicación. Es (posible) poder hacer un recorrido, en los primeros meses del año próximo, desde los límites con Colombia en el Zulia, hasta Güiria, sin salirme de carreteras pavimentadas, inaugurando al pasar la autopista Tejerías–Coche y la carretera Cumaná–Güiria.

    –Y a la hora de hacerse una autocrítica, ¿cuál señalaría usted como falla más lamentable duran te sus cuatro años de gobierno?

    –Creo que se siguió en el año 1960 una política fiscal inadecuada, lo cual determinará que la recesión económica sufrida en esa época adquirió mayor profundidad e intensidad. Pero –y aquí reside una de las ventajas del régimen democrático– se oyó la opinión pública, se vio que era necesario rectificar los rumbos, y los rumbos fueron rectificados. Hubo que adoptar medidas, que no tengo inconvenientes en calificar de impopulares, para terminar con el déficit fiscal y para lograr presentar como se ha presentado en este año, un presupuesto equilibrado. Esas impopulares fueron, lo recuerdo bien, la rebaja de sueldos a empleados públicos, el aumento del impuesto a la gasolina, el aumento del impuesto sobre la renta, el aumento del impuesto sobre sucesiones, y el despido de personal suplementario no necesitado en los Ministerios e Institutos. Autónomos.

    –En la calle se comenta…

    –Espérate un momentico. Siguiendo con tu pregunta anterior, diría que se ha podido hacer más en estos cuatro años. Pero existen dos factores que deben tomarse en cuenta. El primero: que cuando nosotros llegamos al gobierno en 1959 no existían planos ni proyectos (me dijo alguna vez Eugenio Mendoza que lo único que pudo iniciar la Junta Provisional de Gobierno fue El Pulpo porque era lo único que estaba proyectado). El segundo: que la maquinaria administrativa de Venezuela es un mamotreto oxidado, mohoso, y el problema consiste en adiestrar equipos humanos y crear normas administrativas nuevas para conseguir un mejor funcionamiento del aparato del Estado. Se ha avanzado en ese sentido. Hay una Comisión de Administración Pública, pero lo que se ha hecho hasta ahora no es suficiente.

    –En la calle se especula y se discute con respecto a la política petrolera del gobierno. Hay quienes dicen, inclusive, que usted no aprueba totalmente la política de no concesiones del Ministro de Minas Pérez Alfonzo. ¿Es cierto eso?

    –En absoluto. Esa política de no concesiones la he sostenido, no solamente en Mensajes presentados al Congreso, sino que la defendiendo en un libro mío escrito en el exilio y titulado. Venezuela, política y petróleo. Por otra parte, esa política fue aplicada durante mi gobierno de 1945 a 1948. Debo agregarte que esa política de no concesiones tiene que presentar una alternativa para que continúen las explotaciones y para asegurar un caudal de reservas probadas suficientes. Tal alternativa son los contratos de servicio, sistema que se ha establecido en varios otros países. La Corporación Venezolana de Fomento ha venido discutiendo con algunas compañías el otorgamiento de concesiones de servicio y yo aspiro a que en el curso de este año cristalicen algunas de esas negociaciones. La política de no concesiones, en resumen, sería una política esencialmente negativa si no se complementa con un sistema nuevo, distinto a la de la concesión, que permita la continuidad del desarrollo de la riqueza petrolera del país.

    –Si me lo permite, Presidente, le hablo sobre política interna. ¿A qué atribuye usted la quiebra del Pacto de Punto Fijo?

    –Expliqué públicamente en aquella oportunidad que se habían presentado divergencias de fondo entre el Directorio de Unión Republicana Democrática y yo, en relación con la política exterior –específicamente la política adoptada con relación al régimen cubano–, como también con respecto al orden público. Sostenía y sostengo que el primer debe de un gobierno es el de garantizar la paz pública y que, si salen amotinados a la calle a tentar contra esa paz, tienen que encontrarse con guardianes del orden. Ahora bien, independientemente de esa ruptura, lo importante es que en Venezuela haya podido funcionar primeramente una coalición a tres partidos, y en la actualidad una coalición a dos, es decir, un sistema de colaboración de partidos políticos en la gestión de gobierno. Con muy pocas excepciones, en el mundo occidental están gobernando actualmente coaliciones de partidos. Sólo en los países totalitarios, y otros que sin serlo tienen una fisonomía especial, gobierna un solo partido.

    Periodista: (para su coleto) Ese de la fisonomía especial debe ser México.

    –¿Quieres café?–Sí. Gracias. (El Presidente se levanta y ordena traer café).

    –¿Se puede preguntar sobre Cuba?

    (Regresando a la silla) –¿Por qué no?

    –En relación con el problema de Cuba existen dos posiciones entre los gobiernos latinoamericanos: una, la adoptada por México, Brasil y Chile, los cuales sostienen a ultranza el principio de no intervención, y otra mantenida por el resto de los países, los cuales consideran el régimen de Cuba tan peligroso para la seguridad del hemisferio que llegan a juzgar necesaria una revisión del principio de no intervención. ¿Puede usted decirme por qué motivo Venezuela se ha alineado al lado de estos últimos y no de los tres primeros? (Se quita los anteojos y los limpia meticulosa mente, piensa por vez primera un par de minutos antes de responder una pregunta del periodista y luego dice sus palabras con mucha calma, mencionando los signos de puntuación, como si le dictara a un mecanógrafo):

    –Ese problema requeriría un análisis extenso. En realidad, las relaciones de mi gobierno con el gobierno de Cuba comenzaron a deteriorarse a causa de una actitud francamente intervencionista por parte de aquel gobierno en las cuestiones venezolanas. Hay que recordar que el entonces Canciller, doctor Ignacio Luis Arcaya, envió una nota de protesta al gobierno cubano cuando el señor Ernesto Guevara dijo públicamente que los gobernantes venezolanos debían ir a La Habana a recibir orientaciones. Posteriormente, el gobierno de Venezuela negó visas de entrada al mismo señor Guevara y al señor Raúl Castro, quienes habían sido anunciados como oradores en una mitin organizada por el Partido Comunista en la Plaza de El Silencio para conmemorar el aniversario de la revolución rusa. En cuanto a la ruptura de relaciones entre los gobiernos de Venezuela y Cuba se produjo, como es bien conocido, cuando el Canciller Roa me imputó que mi gobierno actuaba de acuerdo con instrucciones recibidas del Departamento de Estado Norteamericano, falsedad e injuria intolerables. Debo agregar, como hecho evidente que no necesita mayor argumentación porque está en la memoria de todos los venezolanos, la forma como los sectores políticos amigos en Venezuela del régimen del señor Fidel Castro han acudido a todos los medios ilegales imaginables para desarticular nuestra economía y derrocar al régimen constitucional. Seguramente porque producimos s petróleo y no plátanos. Venezuela ha venido a ser uno de los objetivos de la guerra fría, y es desde La Habana de donde vienen las consignas y los estímulos insurreccionales para la extrema izquierda del país. Por último, en la reciente crisis de junio de 1962 se puso en evidencia cómo Cuba se había convertido en base de armas nucleares recibidas de la Unión Soviética.

    Venezuela, expuesta a que sus zonas petrolíferas fueron destruidas por esas armas atómicas, adoptó a través de su gobierno la posición que demostró defensiva para el país y ajustada a los textos normativos de la Organización de Estados Americanos. No hemos ocultado nunca que el gobierno de Venezuela esté alineado con los países del continente que consideran el régimen existente en Cuba como factor de perturbación para América.

    –Usted tiene fama continental de político habilidoso, Presidente. Sin embargo, hubo una actuación suya que no fue juzgada en el exterior como a la altura de su habilidad. Me refiero al problema originado al partido Acción Democrática y al gobierno mismo con motivo de la separación de otra Acción Democrática denominada ARS. Los comentaristas europeos y me refiero a ellos porque yo me encontraba en Europa para ese entonces, no se explicaban cómo un jefe de Estado que estaba a punto de perder la mayoría en la Cámara de Diputados e incluso veía amenazada su mayoría en el Congreso, no hacía toda clase de sacrificios, no agotaba todos sus recursos para impedir que eso sucediera, no lograba que eso no sucediera. ¿Quieres decirme algo a ese respecto?

    –Mucha gente cultiva la creencia de que un jefe de partido que llega a la Presidencia de la República continúa en condiciones de seguir ejerciendo el mismo control interno del partido que ejercía cuando estaba en la calle. Para ser un verdadero Presidente de la República hay que serlo a tiempo completo, tarea que incapacita para atender a los problemas del partido del cual se forma parte. Yo sí hice esfuerzos por mantener la unidad del partido cuando se presentó la disidencia de Puente República, y unos y otros lo saben. Posición muy distinta a la que asumí en el caso del MIR, cuando fui partidario de excluirlos de la organización, pues por su ideología se veía claramente que eran compañeros de ruta de los comunistas infiltrados en las filas de Acción Democrática. Pero en el caso de Puente República intentó defender a toda costa la unidad del partido, insisto. Te ruego que destaques en tu entrevista lo que te dije al principio: o se está gobernando, o se está militando en el partido. Si se está gobernando, los problemas se ahondan en nuestra ausencia y solo se conocen realmente cuando ya están en su fase crítica, cuando las posiciones conciliatorias se estrellan frente a situaciones ya cumplidas.

    –Usted fue un aventajado estudiante de Derecho, un escritor político de condiciones, cambió luego ambas facultades por la política y llegó a ser Presidente de la República. ¿En algún momento siente la nostalgia de haber sido abogado o escritor en vez de político y Presidente?

    –Nunca. Es cierto que llegué a escribir algunos cuentos en mi juventud, pero mi vocación esencial era la política. Y en cuanto al Derecho, tampoco me atrajo definitivamente. Tenía una concepción romántica de la abogacía y no la concebía sino como instrumento para defender causas justas. “El hombre es un animal político”, como dijo un filósofo.

    –Aristóteles, Maquiavelo o Juan Jacobo Rousseau. Los tres lo dijeron.

    –Pero Aristóteles lo dijo primero. Y yo no he escapado a esa inclinación humana fundamental que es, por otra parte, mi manera de servir al país donde nací. Debo decirte, sin embargo, que no he perdido mi contacto con la literatura, al menos como lector, y me interesan todos los libros de creación que se publican en Venezuela, como también leo constantemente en inglés y francés sobre los temas más diversos.

    –¿Y cuál escritor político o filósofo ha ejercido mayor influencia sobre la formación de su pensamiento y de su personalidad?

    –Las influencias derivadas de lecturas han sido en mí variadas, de acuerdo con distintas etapas de mi vida. De niño, mis padres que eran autodidactas y buenos lectores, pusieron en mis manos los libros de historia de Venezuela y de los románticos del siglo XIX. Venezuela Heroicade Eduardo Blanco, la Historia Constitucional de Gil Fortoul, fueron leídos por mí a los diez años, junto con Los Miserables, Nuestra Señora de París y otros inflamados libros de Víctor Hugo que me dejaron profunda huella. En ellos descubrí que algo andaba mal en una sociedad donde coexistían la extrema opulencia y la extrema pobreza. En los años 30, fenómeno común a mi generación, leí mucho a los socialistas utópicos (Fourier, Saint Simón), ya Marx, a Trotsky, a Harold Laski, a Jean Jaurés. También leí, anoté y medité la extraordinaria obra de Simón Bolívar, en sus cartas y documentos públicos. El tema petrolero me apasionó por estar tan íntimamente ligado al destino venezolano. Cuando se ha vivido y accionado bastante, ya el impacto de las lecturas es menos apreciable que en los años formativos. Se lee desechando ideas con las que no se concuerda y asimilando aquellas con las que se coinciden.

    –Hay una teoría según la cual la juventud, el hecho biológico de ser joven, impulsa a adoptar posiciones políticas radicales, en tanto que la madurez hace al hombre más conservador o más reflexivo, ¿usted la comparte?

    –Hay indudablemente una vehemencia juvenil para enfocar los problemas, como también es cierto que el tiempo y los años hacen más ponderado el enfoque de esos problemas. Pero lo más importante de señalar en un hombre público es si guarda continuidad en los objetivos básicos de su pensamiento y de su acción. Yo creo, sin alardes, que cuando en Venezuela impulsó la reforma agraria, una política educativa agresiva, cuando estimuló la formación de un movimiento obrero y mantuvo una concepción nacionalista en cuanto a nuestro petróleo, no he hecho sino ser. consecuente con lo que fue impulso más pasional que racional en mis días juveniles. Hay otra gente que da un viraje de 180 grados, como se ha visto mucho en la historia política contemporánea, pero son casos aislados que no bastan para generalizar una teoría.

    –Con respecto a las candidaturas presidenciales para el próximo período…

    –¡Nada! –Sobre la tesis de la doble elección…

    –¡Nada!

    –Sobre si el candidato debe ser de partido o independiente…

    –¡Nada!

    –Entre Raúl Leoni, Gonzalo Barrios, Pérez Alfonzo…

    –Absolutamente nada. En eso soy profunda mente sincero. Se trata de una pequeña lección de pedagogía cívica. Quiero que sean los partidos quienes discuten los candidatos y no inmiscuirme para nada en el problema electoral. Y en Venezuela nos conocemos muy bien. Es decir, que si yo en este problema estuviera haciendo un doble juego, si te dijera públicamente lo que te estoy diciendo y actuara en otra forma, eso trascendería. En muchos otros países el Presidente de la República hace la propaganda electoral al candidato que su partido ha escogido para sucederle, como en Estados Unidos o en Chile. Pero en Venezuela tenemos una experiencia negativa en ese sentido.

    –¿Puede usted decirme si hay alguna posibilidad de que, con motivo del proceso electoral, usted incluya Ministros independientes en su Gabinete, al menos el Ministro de Relaciones Interiores?

    –Hay esa posibilidad, pero no responde a ningún razonamiento especial porque ya la experiencia ha demostrado que en Venezuela ganan las elecciones quienes tienen los votos, y la mayor experiencia de todas en ese sentido es la de 1952. En cuanto a mí respecto, durante mi campaña de 1958 jamás se me ocurrió pensar que tal o cual ministro o gobernador de estado había sido escogido con el propósito de torpedear mi candidatura, y estoy seguro de que hubo limpieza en el proceso electoral. Es más, aquí en Venezuela, hay una especie de cuarto poder, el Consejo Supremo Electoral, que controla en realidad todo el proceso de elecciones. Volviendo a tu pregunta, la inclusión de independientes o más independientes en el Gabinete es una posibilidad pero no es una condición condición sine qua non.

    –¿Su opinión de la experiencia coalicionista con el Copei? ¿Le parece que debe conservarse en el futuro?

    -Si. Soy partidario de que continúe la coalición y de que se amplíe con otros grupos democráticos, organizados o no. Creo que la tarea de gobernar reclama un acoplamiento de distintos equipos. La misma tendencia a desbandarse que se opera en un solo partido cuando está gobernando puede ser neutralizada y equilibrada por la existencia de fuerzas políticas dentro del gobierno, diferentes al partido mayoritario.

    –En su viaje a Estados Unidos, ¿va a hacer gestiones relacionadas con las restricciones petroleras?

    –El viaje obedece principalmente a eso. Ya me ha precedido una comisión de expertos que está discutiendo a nivel técnico lo relacionado con las restricciones. Hay algunos aspectos que este año resultan favorables. Por ejemplo, la última proclama del Presidente Kennedy aumenta la cuota de fuel oil y, en realidad la proclama de 1963 no significa una restricción apreciable en las importaciones de petróleo de Venezuela hacia Estados Unidos. En el último año de mi gobierno yo podría haber adoptado la actitud de decir: “El que venga atrás que arree”, pero no lo hago y además quiero aprovechar la circunstancia de haber discutido el tema con el Presidente Kennedy cuando visitó Venezuela.

    –¿No va también a buscar empréstitos?

    –No voy a buscar empréstitos. Ya hay algunos créditos negociados con el Banco Mundial, los más importantes para la presa de Guri y para la línea de Macagua. Voy a tener conversaciones con el Banco Mundial pero son para acelerar negociaciones ya en marcha y estudiar con miras al futuro, como está previsto en el Plan de la Nación, qué programas van a ser realizados con ayuda exterior. Pero esas serán tareas del próximo gobierno. Ese Plan de la Nación, como ya lo he dicho, no es una camisa de fuerza que le dejo a mi sucesor, sino que puede ser reformado.

    –¿No había pensado usted hacer antes ese viaje al Norte?

    –Me había invitado a ir en enero, pero aplacé el viaje hasta ahora. Podrías decir también que ya había sido invitado desde que fui elegido, inclusive durante el gobierno de Eisenhower. Había tanto rumor en aquella época que ellos pensaron que una visita mía fortalecería mi posición. Yo respondí que no, que mi posición era fuerte, que contaban no solamente con el respaldo de las mayorías electoras sino también con el respaldo de las Fuerzas Armadas y que una visita mía en esos momentos podría ser torcidamente interpretada como que viajaba a buscar directrices del Departamento de Estado.

    –¿Cree usted inevitable una guerra entre la Unión Soviética y los Estados Unidos?

    -–Creo que no es inevitable. El hecho de que en estos momentos se esté discutiendo en Ginebra con mayores perspectivas de éxito que nunca, la suspensión de las pruebas nucleares, indica que tanto Rusia como Estados Unidos están conscientes –o por lo menos lo están los dirigentes más responsables– de que una tercera guerra mundial, una guerra entre continentes con armas nucleares, sería una hecatombe de consecuencias impredecibles, o, como dijo Toynbee en una de sus conferencias recientes, sería el retorno al hombre de las cavernas.

    –¿Cree usted que existen contradicciones reales y profundas entre la Unión Soviética y la China Comunista? ¿O le parece que han sido creadas o abultadas por la propaganda?

    –Creo que existe realmente. El problema que se le está creando a Rusia con sus satélites es un problema similar al que existe en el mundo occidental entre los llamados países capitalistas y países subdesarrollados. Es evidente para quien ha seguido el proceso de Rusia después de la muerte de Stalin que se está ejerciendo una presión para mejorar las condiciones de vida del pueblo ruso, y que esas presiones determinantes que Rusia no puede prestarle, a China y a otros países que están dentro de su radio de influencia, la colaboración que éstos exigen. Y la tesis de Mao es que los rusos se han aburguesado y han abandonado do los planes de la revolución mundial porque no le han dado el aporte que reclaman (claro que existe una pugna entre Pekín y Moscú).

    (Han traído el café y está excelente. El Presidente nos cuenta la marcha de los trámites relativos a la extradición de Pérez Jiménez pero eso no vale la pena repetirlo porque ya es noticia que apareció en todos los diarios. También mira el reloj, lo cual es indicio evidente de que el periodista debe marcharse).

    –Una última pregunta, Presidente. ¿De dónde saca usted esas palabras raras que utiliza en sus discursos?

    –Son palabras comunes y corrientes del castellano. Tal vez sean de un castellano que no está muy en uso hoy en día, pero castellano a fin de cuentas. No niego que también se me escapan de vez en cuando anglicismos y galicismos, culpa de mis lecturas en inglés y francés, y de la prisa con que escribo los discursos, sin tiempo para corregirlos, con tanto ajetreo.

    El periodista regresa a pie porque el fotógrafo –el gordo Pérez, ¡genio y figura!– se marchó sin esperarlo y se llevó consigo el automóvil del periódico. Atardece sobre la capillita de El Calvario con naranjas inusitadas. Más allá, frente a los bloques de edificios multicolores, crepita un tiroteo. En mitad de un muro blanco, trazado a brocha con desafiantes letras rojas se lee:

    –¡Abajo Betancourt!

    El periodista tuerce sus pasos hacia El Silencio y le salen al encuentro grupos entusiastas que disparan cohetes al aire para celebrar el cuarto aniversario de su gobierno y gritan no menos desafiantes: –¡Viva Betancourt!

    Es su destino.