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Wednesday, December 24, 2025
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    “Gallegos es novelista porque no pudo ser escultor”

    RÓMULO GALLEGOS, 1947, CAMPAÑA PRESIDENCIAL, ARCHIVOPublicada el 4 de noviembre de 1943 —cuando El Nacional tenía solo tres meses circulando—, Miguel Otero Silva le hizo una breve entrevista a Rómulo Gallegos, quien cinco años después sería electo Presidente de la República. El texto incluye preguntas formuladas por el escritor Guillermo Meneses.

    Por MIGUEL OTERO SILVA

    En el Centro Venezolano Americano vienen celebrándose actos culturales denominados “Páginas Literarias Vivas”, en los cuales se insertan entrevistas efectuadas a viva voz ante la presencia del público. El entrevistado de turno se coloca en el escenario para que uno de los redactores de la “Página Viva” lo acribille a preguntas y, al final, los espectadores participantes también en el interrogatorio. Se trata de un procedimiento ameno y novísimo en este país. Pero cuando el entrevistado es Rómulo Gallegos y contesta las preguntas que se le formularon antenoche, el acto es además de ameno y nuevo, un reportaje extraordinariamente interesante.

    Rómulo Gallegos refirió anécdotas de su vida, confesó el secreto de su técnica novelística, habló de su iniciación en la literatura, opinó sobre su propia obra. Y esas declaraciones de nuestro máximo novelista, formuladas para responder las preguntas de Guillermo Meneses y del auditorio, constituyen datos preciosos de la vida y la labor de Gallegos, desconocidos hasta hoy por la casi totalidad de sus lectores.

    –¿Por qué es usted novelista? —comenzó el redactor de la “Página Viva”.

    –Soy novelista porque no pude ser escultor —respondió Gallegos, sin meditar mucho acerca de tan complicada interrogación—. Estando yo chico y siendo habitante de un hogar pobre como era el mío, llegó una Nochebuena con juguetes para los niños de mi amistad. Y como yo no los obtuve del cielo, decidí lograrlos por mi propia iniciativa, moldeando en barro unos burritos y utilizando fósforos de madera para dotarlos de patas y orejas. Pero tan desairado resultó el primer burrito que escogí la novela para parecerme un camino más fácil.

    Después de la entrevista Rómulo Gallegos nos amplió en los corredores esa declaración. Nos dijo que lo de los burritos no había sido un simple capricho infantil sino una auténtica inclinación a la escultura que se estrelló ante su carencia de facultades. Luego se enrumbó hacia la pintura con idéntico resultado lamentable. Y más tarde creyó encontrarse en la música, preferentemente en el canto, llegando a tomar en serio su voz de barítono y ofreciendo algunos conciertos en veladas familiares. Con Enrique Soublette al piano cantó el Prólogo de payasos en más de una fiesta íntima de la época.

    –Pero tampoco tuve éxito en ese camino artístico y me vi obligado a refugiarme en la literatura. Era mi destino.

    Afortunadamente, nosotros. Hay que ver la tragedia que significaría para Venezuela tener que cambiar a Doña Bárbara por una buena interpretación de Rigoletto.

    –¿Sabía usted que terminaría escribiendo no velas cuando hacía cuentos y teatro? —le preguntó Meneses.

    –Cuando escribía cuentos presentía ya que terminaría en novelista y así me lo decían quienes mis cuentos leían. El teatro sí lo veía como actitud definitiva y me gustaba intensamente pero cuando me convenció de que el teatro en Venezuela se queda en el autor, me pasó para siempre al campo de la novela.

    La pregunta siguiente que se le hace a Gallegos es una que a todos sus lectores nos ha revoloteado alguna vez en la mente.

    ¿Cómo hace Rómulo para escribir sus libros? ¿Qué técnica sigue? ¿Piensa primero el argumento y luego se pone a trabajar sobre ese plano ya trazado? ¿O elabora primero la psicología de los personajes y luego los empuja a actuar en la vida?

    –No tengo regla fija —respondió Gallegos cuando Guillermo Meneses le formuló esa pregunta fundamental— . El único proceso que me he trazado es el de situar en mis novelas todas las regiones de Venezuela y tratar de interpretarlas. De esa manera cuando resuelvo escribir un libro, lo primero que hago es ir a una de esas regiones y observar el paisaje y los hombres. La trama se me ocurre después.

    Y para ilustrar lo que nos dice, Rómulo Gallegos nos habló del proceso de creación en Doña Bárbara y Cantaclarosus dos libros más notables.

    –Fui al llano por unos días y al enfrentarme al llano empezaron a surgir asuntos. Un señor Rodríguez de San Fernando me habló de una muchacha llanera dueña de un hato, un poco bruja, que medía el dinero en escudillas como lentejas y no lo contaba como los demás mortales. Y al referirme también la historia de un abogado caraqueño a quien la llanera bruja había (convertido) en apenas una sombra tendida en un chinchorro con una botella de aguardiente a la mano. Ambos personajes me sirvieron de pieza fundamental para construir la novela.

    –¿Y los otros?

    –Solamente Santos Luzardo y Marisela son exhaustivamente nacidos de mi fantasía. Los demás existieron en la vida real. María Nieves todavía existe y hasta lleva ese mismo nombre. Me cuentan que le han leído capítulos de la novela donde aparece. Y que, cuando se emborracha y los vecinos del pueblo lo molestan o le dicen frases despectivas, él responde orgullosamente: “Yo no sé, pero estoy en Doña Bárbara…”.

    –Se ha dicho con frecuencia que sus personajes son simbólicos. ¿Los piensa usted como símbolos? ¿Sintetizan los problemas venezolanos? ¿Qué significa Doña Bárbara?

    –No pienso mis personajes como símbolos. Los sacos de la realidad cuando el sujeto que encarnan es proyectable sobre la realidad venezolana. Las cosas y los seres que no tienen proyección sobre la realidad venezolana no me interesan para mi obra. Doña Bárbara es la llanura y es también la codicia de los gamonales o la voracidad de los caudillos, si como símbolo queremos verla, pero es al mismo tiempo una persona real que existió en el llano.

    –¿Es cierto que usted no estuvo sino diez días en el llano antes de escribir Doña Bárbara?

    –Es cierto aunque casi nadie me lo crea. Todos se imaginan que nací por esos lados o que, al menos, allí ha transcurrido la mitad de mi vida. A ese respecto puedo referirles una anécdota. Recién publicado Doña Bárbara estaba yo una tarde en los toros y observó a un espectador viendo que me miraba fijamente. Pensé que terminaría por hablarme, como en efecto lo hizo para decirme: “Usted es Rómulo Gallegos. Quería conocerlo pero como no veo por aquí ningún amigo que me presente, le ruego que me disculpe esta presentación espontánea. Sucede que soy llanero y el libro me entusiasmó y quiero hacerle un homenaje en mi hato que queda por San Juan de Los Morros. Lo invitamos a que vaya usted el domingo. Le mato una ternera y pondremos un joropo. Y, además, le tengo un caballo tranquilo para usted”. Un caballo no, una fiera. Aquel amigo me imaginaba dominador.

    Y Rómulo hilvana la anécdota con una aún más interesante. Poco tiempo después de sucedido lo anterior, charlaba Gallegos con un amigo suyo a quién suponía hombre práctico (y le relató) lo que le había acontecido con el llanero que le tomó por domador. Y su amigo le preguntó: “¿Y es cierto que tú nunca has sido dominador, Rómulo?”. “Jamás”. “Eso te imaginas tú. No has sido dominador en esta encarnación pero seguramente lo fuiste en una anterior. Has debido aceptar la invitación del llanero”. Pero Gallegos, dándose cuenta de que estaba hablando con un bromista, lo atajó de esta manera: “Es posible que haya sido domador en otra encarnación y es posible también que esa encarnación la perdiera a causa de una caída de un caballo. Pero lo que es esta, amigo mío, lo que es esta no la pierdo así”.

    Regresamos a la “Página Viva”. En este momento Meneses le pregunta a Rómulo Gallegos:

    –¿Cuál de sus novelas le parece la mejor lograda?

    Rómulo sin duda un instante:

    –Cantaclaro. Ya sé que Doña Bárbara es la más famosa y la que me ha dado a conocer en el mundo. Pero yo considero un Cantaclaro de más calidad y de más profunda intención. Más aún, cuando me oigo mentar “el autor de Doña Bárbara”, creo que se comete una injusticia con Cantaclaro.

    Meneses formula la última pregunta:

    –¿Y qué opina de Sobre la misma tierra?

    Se trata de la última novela de Gallegos, la cual se está editando en estos momentos. Rómulo responde:

    –Mi opinión no vale gran cosa. Cuando estoy escribiendo mis libros me parecen magníficos. Cuando los están editando me parecen detestables. Y cuando los publico, no vuelvo a leerlos. E inmediatamente, demostrando con ello que esta última pregunta no la había respondido con toda la sinceridad requerida, el autor de Cantaclaro nos leyó con voz emocionada un hermoso capítulo de Sobre la misma tierranovela que se está editando y que nada tiene, para él ni para nadie, de “detestable”.