Foto: EFEUn régimen desprovisto de humanidad, humildad, piedad, vergüenza y sentido común se atrevió a desafiar a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, solo para salir humillado.
En un acto de venganza y demostrando su verdadera naturaleza, impidieron por aire y tierra que el cardenal Baltazar Porras llegara a Isnotú. Aunque el cardenal no pudo oficiar la misa solemne en honor a un santo con cuya causa está plenamente identificada, el pueblo devoto no olvida el atropello y repudia aún más a un régimen repleto de católicos de mentira.
Con su habitual desfachatez y derroche, Nicolás Maduro envió una pomposa delegación al Vaticano para asistir a la misa de canonización de nuestros primeros dos santos. Como era de esperarse, todo salió mal para estos asesinos, torturadores e hipócritas que se hacen pasar por piadosos. Quienes se aferran al poder mediante el terror y saquean sin piedad no podían esperar indulgencia alguna del Papa ni de las autoridades de la Iglesia universal. Ya en 2016, el papá Francisco había accedido a recibir a Maduro a solas y sin fotos. Maduro, fiel a su naturaleza mentirosa, falseó luego el contenido de aquella conversación en la televisión estatal, lo que provocó que el Vaticano lo desmintiera públicamente. Es evidente que estos pobres diablos tienen una memoria muy corta.
El fin de semana de la canonización, la delegación de la dictadura, encabezada por una cubaniche y ficha del aparato represivo del Estado, se vio obligada a escuchar verdades incómodas de labios del cardenal Porras y del cardenal Pietro Parolin. Para colmo, presenciaron estupefactos cómo una digna y sobria delegación en representación del gobierno electo de Venezuela recibió un lugar de honor en la Plaza de San Pedro.
Pero lo que más los irrito fue la negativa del papa León a recibirlos en audiencia privada. ¿Acaso estos demonios olvidaron que el nuevo Pontífice conoció de primera mano la tragedia chavista a través de los testimonios de millas de migrantes venezolanos en su diócesis en Perú? El papa León no tenía tiempo que perder escuchando las mentiras de los responsables de ese éxodo imperdonable, mucho menos de quienes hoy torturan a 900 presos políticos y luego se persignan con la mano ensangrentada.
La canonización de san José Gregorio Hernández y de la santa madre Carmen Rendiles marcará, como era de esperarse, un antes y un después para un país profundamente católico. El régimen acorralado de Maduro y Carmen Meléndez está tan desesperado que no entiende que los verdaderos católicos en Venezuela son una abrumadora mayoría. Si algunos votaron por él el año pasado por distintas razones, no tengo duda de que hoy le dan la espalda a un poder retorcido que ha maltratado sus ritos, sus pastores y sus santos.
Los cardenales Porras y Parolin han sido clarísimos y valientes, y eso no lo perdonan quienes solo viven en la oscuridad y buscan apagar cualquier rayo de luz mientras exhalan maldad.
Pronto será mediodía en Venezuela, y cuando el sol abrase a Isnotú con toda su fuerza, los demonios verán y olerán su propia hoguera.
Texto originalmente publicado en la cuenta de X del autor @pburelli