MARÍA FERNANDA PALACIOS, 1972-1973, ARCHIVO FAMILIAR“Todo gran artista, nos dijo María Fernanda en una de sus clases, nos deja un adjetivo: lo conradiano, lo kafkiano, lo dostoyevskiano, lo vallejiano, esto es: una nueva forma de ver el mundo y de estar en él”
Por ERIKA ROOSEN
¿Los señores saben escuchá?
Hay en el aula un jubiloso ambiente de expectativa. Nadie llega a una clase de la profesora María Fernanda Palacios sin esperar algo grande. Y eso grande, creemos todos, empieza a hacerse tangible desde el comienzo de la clase, cuando con tres golpescitos al escritorio y una sonrisa la profe llama nuestra atención. Se hace tangible, sí, por la cortesíaque para Steiner es una obsequiosidad de corazón, y que la profe ha hecho suya al preparar la clase. Luego de escucharla unos minutos, sorprende la admiración: qué ilación de las ideas, qué gracia al hablar, cuánta emoción lectora: ¡esta clase es un ensayo literario desplegado ante nosotros! Esto, decimos, esto es: esto es. Mas, cuando creemos que hemos comprendido, él llega. “Poder misterioso que todos sienten pero que ningún filósofo explica”: algo que parece tomarla repentinamente desde la planta de los pies y se hace cabriola… ¡porque llegaron los remaches!; y se hace chillido, pues la cantora es ratón sin voz, ¡pero cómo canta!; y se hace grito, pues, ¿cómo no lo habíamos visto?, ¡el incendio está en las almas! Y es una b del buitre en las entrañas. ¿Quién en el aula puede decir qué es lo que ha pasado? ¿Un “no sé qué de auténtica emoción”? “Las piquetas de los gallos / cavan buscando la aurora, / cuando por el monte oscuro / baja Soledad Montoya” hasta nosotros, cuando baja y baja hacia adentro gracias a ese tono con el que la profe recita, encarna el poema… Lo grandeentonces, no era un virtuosismo, no era un orden, una técnica, ni siquiera era grande, sino lo contrario: una misteriosa y oscura disposición, quizás, a silenciarlo todo para que él llegase. Y cuando él llega, mi profe, aunque los señores no sepamos escuchaescuchamos.
Todo gran artista, nos dijo María Fernanda en una de sus clases, nos deja un adjetivo: lo conradiano, lo kafkiano, lo dostoyevskiano, lo vallejiano, esto es: una nueva forma de ver el mundo y de estar en él. Y sólo un gran maestro, podemos decir nosotros, nos deja un tono: el acento preciso en que esa nueva forma de ver el mundo y estar en él se despliega ante nosotros hasta dejarnos para siempre “como la rama temblando / cuando el pájaro se va”. Gracias, mi profe, por la oscura raíz del grito, por “el constante bautizo de las cosas recién creadas”.