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Tuesday, December 23, 2025
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    Jugar con mi hermana

    ISABEL Y MARÍA FERNANDA PALACIOS, ARCHIVO FAMILIARMaría Fernanda Palacios (1945) es poeta, ensayista, crítica literaria, biografa, traductora, compiladora y profesora fundamental y exdirectora de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela

    Por ISABEL PALACIOS

    Empiezo aclarando eso de “mi hermana”, es decir, el lazo familiar que nos une, porque hay hermanos de hermanos: los que se quieren y los que no, los igualitos y los distintos, así como Caín y Abel, Castor y Pólux, Edipo, Etéocles y Polinices, Rómulo y Remo, George e Ira. Gershwin, los hermanos Wright y los Grimm, y por supuesto los famosísimos Johnson & Johnson. Nosotras somos “las niñitas” como decía mamá, “las Palacios” como nos reúnen algunas personas que nos quieren o “las hermanajas”como nos decimos mutuamente.

    Mafer (y ahí voy con la primera familiaridad) es una súper hermana y, como la conozco muy bien, hoy leerá “súper” y, luego de negar con su cabeza, se dirá “Isa está loca, yo no soy ninguna súper” y, exactamente con esto ratificaré que saber eso es justamente parte del privilegio de ser. la hermanaja de Mafer pues ella logra, aunque no esté conmigo, que su voz profunda (ojo, no en términos vocales ni de tesitura sino de contenido) esté siempre martillándome en la cabeza, obligándome a ser mejor, a no irme “por las ramas” a buscar, hurgar, creer, estudiar, lograr, pero lo mejor de todo es, que si nada de eso funciona, igual ella me va a querer y me va a apoyar.

    LUISA PALACIOS Y SUS HIJAS MARÍA FERNANDA E ISABEL, ARCHIVO FAMILIARMis recuerdos son demasiados y solo sé que desde que tengo memoria, yo añoraba ver entrar a mi cuarto a esa niña de grandes ojos y bucles negros dispuesta a jugar conmigo porque jugar con Mafer era toda una aventura.

    Por ejemplo, las muñecas tenían nombres de actrices de cine o de bailarines rusos que para mí eran absolutamente familiares gracias a ella y los argumentos de los juegos estaban conectados con los Tres Mosqueteros, Los Reyes Malditos, El Corsario Negro, Sandokán, Rebeca, Mujercitas o cuanto. libro ella estuviese leyendo en ese momento. Nada de reinas malucas, princesitas sufridas y príncipes pedantes (y yo de safriscaporque ni sabía quiénes eran, seguía la corriente y luego averiguaba).

    Nos encantaba disfrazarnos, y recuerdo, en la casa de Macuto, nuestro maravilloso juego de Dioses del Olimpo con nuestros primos de Las Casas: Herman era Zeus, La bella María era Venus, Mafer, por supuesto, era Palas Atenea y yo Hermes —porque era la única que podía bajar al reino de los mortales (que era la cocina) a buscar Coca-Cola.

    Como hermanas teníamos —y aún tenemos— un vocabulario en código: “saludos al coronel”, “toma mi camisa”, “llegaba yo linda”, etcétera. Y, por supuesto, papá y mamá poseían sobrenombres secretos: la sierra y el martillo y, como en la parte de atrás de la casa había una fábrica, cuando regresábamos del colegio nos decíamos “cuidado que la sierra no ha parado hoy o el martillo está peor que nunca”. Claro, nosotras nos fabricamos otros códigos gestuales como, por ejemplo, rascarse la nariz significaba “no sigas hablando de eso que vas a tener un problema”.

    Un asunto de alta diplomacia en la casa era, entiende el significado de la posición de la puerta del cuarto de Mafer: totalmente cerrada significaba no se te ocurrirá entrar ni tocarun poco entreabierta —donde podía verla, hablar sola, llorar o morder su almohada— quedó a mi discreción, y totalmente abierta significaba: entra ya que quiero hablar contigo.

    La unión entre María Fernanda y yo era tan fuerte que el único peligro, cuando jugábamos mímica, es que estuviésemos en equipos separados pues, un solo gesto nos hacía inmediatamente identificar al personaje que tuviésemos que representa y por supuesto, nadie se Daba cuenta, pero en el lenguaje de nosotras todo era absolutamente diáfano.

    Pero llegó el día en que mi hermana creció y como yo decía “se mudó” a la UCV, me sentí “sola, perduta y abbandonata”, pero a la vez, gracias a la Escuela de Letras me fueron apareciendo otros hermanos extraordinarios: Jaime, Eduardo, Gioconda, Rosa María, Hanni, Michele, Marina, Carlos, Rafael, Roberto… y claro, yo crecí también y estaba me da de cabeza en la música. recuerdo cuántas veces le pedí ayuda a mi hermana (mi “Cyrano” particular) para saber a dónde recurrir: entender si las ideas que estaban en mi cabeza servían o no servían, si lo que me imaginaba era un error o estaba bien, la verdad es que absolutamente todas mis dudas, las compartia con ella. Luego Mafer se casó y se fue a Londres a estudiar y cuando regresó nuestra vida ya era distinta; un tiempo después me casé y también le llegó el primer sobrino.

    sopa de letras

    Cuando yo regresé de estudiar en Londres me sentí bastante perdida y Mafer me invitó a la Escuela de Letras, donde ella estaba dando, para Necesidades Expresivas, una clase que se llamaba el Gran Teatro del Mundo y, por supuesto asistí, absolutamente inocente de todo lo que me iba. que ocurra.

    Yo fui a la universidad a compartir mi soledad con ella, pero, a medida que la escuchaba hablar, su Teatro del Mundo se metió dentro y me abrió de otra forma: todo me conectaba, cada frase suya, cada imagen que acompañaba cada idea y cada sonido. Ella toreó esa clase con templo poético, esa manera tan suya de meterse dentro del alma de nosotros y de interpretar lo que te está pasando, sin nunca agredirte, sin nunca decirte qué deberías estar pensando.

    Ese día conocí a sus amados alumnos: Chacho y Corina (pues a León ya lo conocía) ya desde allí, esa Escuela de Letras se transformó en algo tan importante en mi vida, que puedo compararla con mis clases de solfeo. Para mí escucharlos hablar y compartir sus rollos, fue como aprender a leer música otra vez y de otra forma, aprender a leer de verdad el verdadero lenguaje musical.

    Luego tuve el privilegio de ayudarla a copiar a máquina su tesis sobre Thomas Mann: Simulacro, fracaso y verdad y no se imaginan cuantas noches me quedaron paralizadas frente a la máquina de escribir, no solamente por el contenido sino porque ella se anticipó a un invento posterior llamado “copiar” y “pegar”. Recuerdo que Mafer me dijo: “no, Isa, lamentablemente de estas quince páginas solo me sirven tres, creo que tienes que volver a copiar esto, porque lo que puse aquí debería estar más arriba, esto que está acá va en la mitad, y aquello, al final”.

    ¿Me importaba? Pues no, porque cuando entendía el por qué mi hermana cambiaba el orden de las cosas, todo se destrababa, eran como puertas que estaban apretadas y de pronto se abrirían hacia otro mundo.

    Lo que si me angustiaba era sentir que lo que yo hacía en música no era apreciado por ella, sentía que yo no estaba a su nivel (porque tener una hermana de ese nivel… es complicado). Pero Mafer tenía —y tiene todavía— su manera única de hacérmelo saber. Por ejemplo, una vez fue a un concierto que canté dedicado a García Lorca —una de sus especialidades— y de inmediato supe que le gustó por la forma en que ella te aprieta los brazos cuando está emocionada y te sacude, pero luego, para que no me quedean dudas, me escribió un poema “Son las flores de mayo un día veintiuno”, una de las cosas más bellas que leyó.

    Siempre me apoya y, a la mayoría de mis clases de Historia de la Música que doy, ella asiste y hasta toma apuntes. ¡Ahh… sus apuntes!, sus famosas fichas, escritas a pluma con esa letra suya, personal y perfecta, siempre a mano, subrayando con colores, y con notas al margen. Cierro los ojos y todavía la veo, instalada en la mesa negra de la casa, estudiando y hasta la escucho “Isa estás allí (yo llegaba) ya que estás parada tráeme una Coca-Cola” y yo me molestaba, pero me sentía extremadamente útil.

    Y la vida siguió y llegó el segundo sobrino, enviudé y nos pusimos viejas, y nos preocupamos la una por la otra, nos apoyamos, y nos repetimos nuestras frases de infancia, “toma mi camisa”, “besos al coronel”, y ella sabe que siempre podrá tomar. mi camisa, en todos los niveles que eso representa.

    Conectarse con Mafer

    Hay una frase que, a veces, me dicen algunas personas: “Cómo puedo conectarme con tu hermana”… y yo, bajo la mirada, levanto una ceja, me sonrío y digo: “eso… no es fácil”.

    La manera más directa de llegarle es amar a quien ella ama, pero ojo, no son amores sencillos, ellos entre otros son: Dostoievski, Mann, Vallejo, Rilke, Lorca, Ajmátova, Cadenas, Rembrandt, Picasso, Van Gogh, Bach, Brahms, Brel, Montand, Antonio Ordóñez, Miguel Arroyo, Gerard Philipe, Maya Plisetskaya, Nureyev, Kogan, Richter y Glenn Gould, Londres de los 60 y París preferiblemente en mayo del 68. Por favor, háblenle de Rusia, del Ballet, del Flamenco viejo, de Kubrick, y si llegan a ver juntos, por ejemplo, Historia del lado oestecuidado, solo háblenle de Bernardo e invítenla a almorzar en Da Guido; y eso sí, prepárense, sus clases duran cuatro horas (mínimo) y cuando se conecta (o la conectan) ¡llora a mares!

    Como hermana, como escritora, como maestra, como amiga, como mujer, lo más admirable de Mafer es su honestidad, su fidelidad y la sinceridad y claridad de su intrincado pensamiento.

    Para mí lo más importante de mi hermana es que es genuina: genuinamente hija de papá, genuinamente rusa y genuinamente flamenca, genuinamente de los años 60 y preferiblemente en blanco y negro. Mafer es tan sincera con ella misma que de verdad, no le importa si su manera de pensar está de acuerdo con la tuya, aunque eso le signifique que ella va a andar por unas calles donde —sobre todo hoy en día— va a estar absolutamente sola; pero, si tú tienes el valor de ir a su lado por ese camino, te prometo que comenzarás a sentir que esa es la ruta fundamental, y aunque da miedo, sabes en el fondo, que si no hubieras entrado a esa calle te estarías perdiendo lo mejor de la vida.

    Una frase escrita de mi hermana, “las dedicatorias como los agradecimientos son deudas de amor”, motivó todo mi concierto cuando cumplió 25 años de carrera como cantante. Otra vez, hablando taurinamente del temple, me dijo “es en el aire donde se garantiza la intensidad y la hondura del encuentro” ya desde allí entendí la distancia y la respiración del cantante y, gracias a otra frase de ella: “En la voz se escucha la fatiga del cuerpo, en la voz la máscara desvanecida”, me acompañó en mi carrera y me atreví a cantar de verdad.

    Cuando yo estudiaba el Orfeo ella me escribió “Como Orfeo, su fracaso no consistió en volverse y perder a Eurídice, sino que aún después siguió cantando. Ese canto es efecto de un fracaso anterior, por eso, ningún éxito público y posterior compensa”. De allí tejí los hilos no solo de Orfeo sino tomé las fuerzas necesarias para cuando decidí dejar de cantar.

    Ella lee, lee… lee desde chiquita ya una velocidad y hondura que te pasma. Lee con música de fondo, y ojo, siempre la misma música hasta que termina ese libro. Todavía hoy para mí, el Tercer Concierto de Beethoven para piano y orquesta va unido con Alejandro Dumas y los tres mosqueteros (nada que ver, pero así lo decidió Mafer).

    Pero si creen que ella es pura literatura pues no, Mafer dibuja muy bien y hace collages bellísimos… y saben, no pueden hacerse una idea de lo que es ver una pintu. ra con María Fernanda al lado: ¡cómo ella te enseña a ver lo que no ves!, ¡cómo conduce tu mirada alrededor de los cuadros!

    Ver con sus ojos La guardia nocturna de Rembrandt te codea con cada uno de sus personajes, ella te mete allí, con ellos, y encuentras detalles que jamás ha visto. Luces y sombras porque ella te saca la luz desde la sombra y oscurece lo que no deberías estar viendo (pero que te da curiosidad) y luego, llega el momento —cuando te sientes en su embrujo— que Mafer te lanza la frase “Rembrandt para encontrar la fe, apagó la luz” ya desde allí… ¡te fregaste!

    De verdad, es insólito el sentido estético de María Fernanda en las artes plásticas y todo eso que dice, va por supuesto acompañado de sabiduría, porque absolutamente nada de lo que te dice, no lo ha estudiado e investigado, en 40.000 fuentes y lo ha digerido. Mi hermana saca el agua realmente de un pozo ancestral.

    Su biblioteca tiene repisas con tres filas de libros y ellos, en su casa, están por todas partes. Pero, lo maravilloso es que todos esos libros están dentro de ella y cualquier cosa que necesite, sabe de dónde sacarlo (no solo el libro sino el contenido). Además, (como cuando Cyrano actúa) sabe cuál es la frase que tú necesitas, cuál es el pedacito el poema de Lorca que te va tejer a el concierto, cuál es la frase de Cadenas que se te va a instalar en la sensibilidad y qué es lo que deseaba Rilke con los atardeceres púrpura, porque si mi hermana no me los hubiera subrayado en mi Diario Florentinocreo que me hubiera perdido todos los atardeceres del mundo.

    Mi mamá me dio el ser; y Mafer el estar: ¡qué maravilla que existen dos esos verbos, en español! Mientras hacía esto comprendí que no voy a poder decir nunca en estas líneas lo que me pidieron, cuando me pidieron que lo escribiera; sobre todo no creo que logre escribirlo en dos mil palabras, porque ahora veo claramente que no hubiera podido enfrentar la vida sin Mafer y mis dos mil palabras serían demasiado monótonas e incomprensibles: ¡gracias hermana… toma mi camisa… besos al coronel! isa (su hermanaja).