Puntos clave La presidenta Xiomara Castro está instando a una movilización masiva y pacífica después de decir que “inteligencia verificada” muestra que se está produciendo un intento de golpe. El punto álgido es una revisión especial retrasada de aproximadamente 2.700 a 2.800 actas inconsistentes (alrededor del 15% de todos los registros) de las elecciones presidenciales del 30 de noviembre. Una afirmación sensacionalista sobre el regreso del ex presidente Juan Orlando Hernández ha chocado con las amenazas de arresto de los fiscales y las advertencias de los observadores contra una escalada de retórica. Honduras está viendo cómo un procedimiento electoral técnico se transforma en un referéndum sobre quién define la realidad.
En un mensaje nocturno, la presidenta Xiomara Castro dijo que se está formando un complot para romper el orden constitucional e instó a sus partidarios a reunirse en Tegucigalpa para defender el mandato “pacíficamente”.
También dijo a las fuerzas de seguridad que evitaran el uso de fuerza desproporcionada mientras los manifestantes respaldados por el partido gobernante presionaban al Consejo Nacional Electoral (CNE), donde se supone que comenzará un “escrutinio especial” largamente prometido.
Esa revisión no es una repetición de las elecciones. Es una nueva verificación específica destinada a resolver inconsistencias (cifras faltantes, totales no coincidentes u otras irregularidades) en un lote definido de actas de escrutinio.
El enfrentamiento electoral en Honduras se intensifica a medida que los líderes intercambian acusaciones de golpe y fraude. (Foto reproducción de Internet) Pero como el resultado final aún está en disputa, el recuento se ha convertido en un escenario para reclamos de intimidación de ambos lados: un bando sostiene que la presión pública es necesaria para evitar la manipulación, el otro advierte que los alrededores de las instalaciones electorales convierten un proceso administrativo en un gobierno de la multitud más ruidosa.
Honduras pone a prueba sus nervios electorales Las misiones de observación internacionales han instado a las autoridades a actuar con rapidez y han criticado retrasos y errores técnicos. Lo más importante es que no han presentado pruebas de fraude sistemático, incluso cuando los actores nacionales utilizan la palabra como arma política.
Castro elevó aún más la temperatura al alegar que el expresidente Juan Orlando Hernández planeaba regresar para “proclamar al ganador”. Hernández negó públicamente cualquier plan de ingreso al país y acusó al gobierno de fabricar pánico.
Mientras tanto, los fiscales señalaron que lo detendrían si regresaba, una perspectiva explosiva dado que Hernández fue liberado después de un indulto estadounidense tras una condena por tráfico de drogas en Estados Unidos, y sigue siendo un símbolo polarizador del pasado reciente del país.
La historia más profunda es la relación no resuelta de Honduras con el poder: elecciones que no pueden cerrar limpiamente, instituciones que luchan por imponer cronogramas y recuerdos del derrocamiento militar de Manuel Zelaya, el esposo de Castro, en 2009, flotando sobre cada confrontación que involucra uniformes.
Por qué es importante en el extranjero: Honduras se encuentra en rutas migratorias clave, es un socio de seguridad en los esfuerzos antinarcóticos y es un referente de cómo las democracias frágiles manejan resultados muy limitados. Cuando los líderes empiezan a hablar en términos de “golpe de Estado”, el riesgo es que las calles, no el conde, decidan la legitimidad.