Panamá está a punto de probar una gran idea para un país pequeño: convertir una franja de tierra y un canal en la principal puerta de salida para las exportaciones sudamericanas.
El 20 de diciembre, el presidente José Raúl Mulino planea formalizar el paso de Panamá de “asociado” a participación plena en Mercosur, la unión aduanera dominada por Brasil y Argentina.
Sobre el papel, Panamá ya se encuentra en el centro del comercio mundial. Alrededor del 5 al 6 por ciento del comercio mundial pasa por el Canal de Panamá, junto con aproximadamente el 40 por ciento del tráfico de contenedores estadounidense.
Alrededor de esa vía fluvial, el país ha construido puertos de aguas profundas, zonas francas y parques logísticos diseñados para almacenar, procesar y financiar mercancías antes de que se dirijan a Asia, Europa o América del Norte.
Lo que ha faltado es un cableado político hacia el principal bloque comercial de la región. Eso empezó a cambiar en 2024, cuando Panamá firmó un acuerdo comercial con Mercosur.
En 2025, su Congreso aprobó el acuerdo por unanimidad y el país ingresó como asociado.
La apuesta de Panamá por ser miembro pleno del Mercosur: convertir un centro del canal en una potencia comercial Ahora Mulino quiere asumir un papel más profundo, argumentando que la soja, el maíz, la carne, los fertilizantes y los productos manufacturados del cono sur deberían utilizar Panamá como su ruta de salida preferida.
La historia detrás de la historia trata sobre la reputación y el poder. Panamá quiere dejar atrás la imagen de paraíso del secreto financiero y presentarse como un socio logístico basado en reglas.
Salir de la lista de “alto riesgo” de la Unión Europea, reforzar la supervisión de sus bancos y acercarse al Mercosur apuntan en la misma dirección: atraer inversores serios, no sólo dinero rápido.
También hay una silenciosa reacción contra los intensos experimentos económicos liderados por el Estado en otras partes de la región.
Mulino apuesta a que las rutas marítimas abiertas, las reglas predecibles y la logística privada hablarán más que los discursos sobre la autosuficiencia.
Para los expatriados, comerciantes y empresas que observan desde el exterior, el mensaje es sencillo. Si la apuesta de Panamá funciona, el mapa exportador de Sudamérica podría inclinarse hacia el norte, a través del canal.
Eso crearía nuevos ganadores en puertos, transporte marítimo, agronegocios y servicios, y expondría a los gobiernos que se aferran a modelos cerrados e introvertidos como socios más lentos y menos confiables en un mundo que castiga las demoras y premia la eficiencia.