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Wednesday, December 24, 2025
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    Poemas de Saúl Figueredo

    SAÚL FIGUEREDO | REBECA MARTÍNEZ GARCÍASaúl Figueredo (Venezuela, 1995) es poeta y traductor, residente en Argentina

    Por SAÚL FIGUEREDO

    Entradas y salidas

    Porque regresaba de tu alabanza

    —hasta del coro pentecostal, hasta

    del más precioso ingreso regresaba

    a los divertimientos desolados

    de la mente, como un pájaro evadir

    hasta la vigilancia más aguda—

    pero su voz desde el fuego coral

    acentuaba la iridiscencia pública,

    portando una comunión eléctrica,

    por estos efectos, por esta gracia

    demasiado clara, nos pareció

    santa la voz, aborrecible el hombre.

    *

    — ¿Qué es lo que decía que estuvo haciendo?

    —A mí nada, pero lo vi saltando

    y soltando piadas bufonescas.

    Lo vi haciendo el ridículo… tan solo.

    —Habrá estado escribiendo esos poemas…

    ni llanos ni densos, si los recuerdo,

    simplemente absurdos. Se los dedica

    a quien leyere, pero no publica.

    —Soy su vecino: oigo lo que hace

    y me suena mal. Oigo lo que hace

    cuando está solo… les digo: no es normal.

    Tanta soledad, pienso, no es normal.

    *

    En el tiesto desatendido empiezo

    a erguirme en el anhelo del Señor,

    como esa casi nada que brotó

    (no sé ni cómo) junto a la flor muerta.

    Nada me concierne salvo tu luz.

    Pero si fui como la flor de al lado,

    ahora que empiezo otra vez, podría,

    por descuido, anudarme con su muerte.

    Y si conmigo va esa muerte, quiero

    cuanta vida baste para el descanso

    de mi compañera. No él de nacer

    ya solamente.

    No él de nacer

    solo.

    *

    El celo por tu casa me devora:

    Me falta el gusto de la compasión.

    No mendigo de ti como mendigas

    de todos la comida. Yo no, él dijo:

    danos hoy nuestro pan de cada día—

    lo dices tú. Ni tanto te he esperado

    como esperas de mí cualquier bocado.

    ¡Cuánto quieres de mí! ¡Cuánto me quieres!

    Me avergüenzo de parecer el dueño

    de lo que quieres. El de arrodillarme

    en el mediodía de cada hora

    que me devora.

    Gústeme pedir

    y gústeme dar.

    Gústeme esperar.

    Y el saber del tiempo prueba

    y gusto.

    *

    Huyo de la sugerencia del sol,

    de su fuente en el oído del verso,

    como si huyera del diablo, el pródigo.

    No estará muy lejos, nunca muy lejos,

    de la fuente del sol en el oído—

    de acorazonados soles de junio

    o de los pródigos soles del sur…

    tanta luz dicha en joyas para mí.

    Soy miserable de oído, cobarde

    de la luz que se aleona en la vista.

    Iré al pozo y pediré de beber

    y al que me diere le regalaré

    muchas cuentas de la luna de mayo

    bajo el velo inconsútil de María,

    de María de mayo,

    de la Virgen.

    *

    La mano que me hiere me preserva.

    De ella soy presa. De ella me resiento,

    quebrada, cuando cruje el esqueleto

    (con pausas dolorosas), cuando el pulso

    (que obtengo de ella) y la respiración

    a contratiempo, dura batería,

    junto con la suave brisa, me inquietan

    pecado césar. ¿Esta es la composición?

    de lo eterno en el tiempo, esta brisa

    ¿Medida por la percusión del cuerpo?

    ¿Esta es la mano? ¿Este es el instrumento?

    ¿Esto es oír la música y cantar?

    Este corazón no es mío, no es mío.

    el corazon? La mano me enajena,

    me devuelve, me ofrece el corazón.